Los fabulosos maharajas de la India
Los fabulosos maharajas de la India
Más allá de las leyendas y los mitos tejidos en torno a las vidas de los fantásticos personajes que fueron los grandes reyes de la India, que gobernaban las distintas regiones de ese subcontinente asiático antes de la invasión imperial británica, los maharajasconstituyeron una tradición enquistada en la cultura védica desde tiempo inmemorial. Bajo el patrocinio de los maharajas la India se convirtió en una de las grandes civilizaciones del mundo, rica en historia, arte, cultura, misticismo y espiritualidad.
La palabra sánscrita maharaja significa “gran rey” y esta compuesta por dos raices; maha= grande y raja = rey, monarca, aunque dentro de la tradición religioso también se les llama maharaja a las personas santas como los swamis, sannyasis, sadhus y babas de distintos grupos y sectas, por considerar que debido al control de sus sentidos y su elevación espiritual, estas grandes personalidades de cualidades divinas son llamadosmaharajas.
Estrictamente hablando, maharaja, significaría “emperador” (rey de reyes), pero se utiliza indistintamente para reyezuelos, intendentes de comunas, sacerdotes célibes (swamis ysannyasis) —cariñosamente, refiriéndose a su opulencia espiritual.
Debido a la gran influencia del sánscrito en las lenguas de la India el término “maharaja” (cuya última “a” suele equívocamente acentuarse en español), también pasó a otros idiomas más modernos, como el bengalí y en hindi. Su equivalente femenino es “maharani” que suele también pronunciarse y escribirse majarani (al igual que en el caso emajaraj, en sustitución de la “h” aspirada que es como deben escribirse ambas palabras sánscritas), en sánscrito, maharani (con los diacríticos correspondientes para su correcta pronunciación). Denota tanto a la esposa del gobernante en turno (la Primera Dama), como a las mujeres en el poder (en los raros casos donde es permitido). El plural femenino sería maharanis y/o majaranis (en su vocalización fonética española).
Desde el punto de vista lingüístico o gramatical, en su Diccionario panhispánico de dudas(2005) la Real Academia Española declara que, en español, el nombre “majarash” debería escribirse “maharajá” (pronunciada preferiblemente sin aspiración de la h), aunque también admite la variante simplificada “marajá” (antietimológica). Para las esposas, prefiere la etimológica “maharaní” y la antietimológica “marajaní”, que es fracamente poco o mal usada. No admite la grafía majaraní (más parecida a la fonética del original sánscrito), aunque todas estas son reglas que aunque no comparto, son mayormente usadas como voces exclusivamente hispánicas, porque mayormente se usan las palabrasmaharaja y maharani.
En 1947, cuando la India se independizó del Imperior británico (e incluía al actual Pakistán), poseía más de 600 estados principescos, cada uno con su propio regente. Si éste era hindú, se le llamaba Raja (rey) o Thakura —de tjákur: “deidad adorable, persona respetable”; en inglés Tagore (como en el caso de Rabindranath Tagore. Si el regente era musulmán, se le llamaba Nawab.
En la India no sólo había maharajas con sus respectivas maharanis. El título maharaja con el asociado maharani se reservaba a los príncipes indios. Pero también había soberanos de musulmanes llamados Nizams, con sus Beguns o esposas reales. Los más célebres son sin duda los nizams de Hyderabad, cuya fortuna resultaba imposible de calcular en la época. Parte de las joyas de Hyderabad se exponen ahora en el Museo Nacional de la India. Entre ellas, se encuentran dos fabulosos prendedores/adorno para sus turbantes que dejan boquiaberto al espectador.
El debilitamiento del imperio del Gran Mogol en la India, significó el surgimiento de reinos independientes dentro de su antiguo territorio. Los señores feudales que mandaban en esos estados fueron generalmente conocidos como Rajas (reyes) cuando eran indios, y Nawabs (delegados) cuando eran musulmanes.
El imperior británico de la India no gobernó totalmente el subcontinente. En su vasto territorio subsistieron reinos independientes, cuyos soberanos ostentaban títulos como Maharaja y Nawab. La independencia de estos “Estados Principescos” (Princely States) era nominal, porque estaban sujetos a la dominación económica, cultural y política de Inglaterra.
Los maharajas fueron pues los reyes de la India a un nivel muy local y cada región o ciudad importante tenía su maharaja. Eran la cúspide del sistema político indio hace años. Pero cuando los ingleses llegaron los asimilaron a su cultura, los maharajas siguieron cohexistiendo con la ocupación india, pero poco a poco fueron perdiendo su poder y pasaron a ser cargos honorarios. Finalmente con la independencia de India perdieron casi todo lo que les quedaba. El acuerdo con el gobierno indio libre fue que conservarian sus títulos y tendrían derecho a la explotación de los edificios, pero no de los bienes contenidos, que pasarían al Estado indio. Los edificios los podrían usar de modo usufructuario mientras viviesen, mientras los mantuviesen bien conservados, pero la pripiedad pasaba a ser estatal.
Cuando la India se independizó de los ingleses existían 600 maharajas en todo el país. Ellos siguieron existiendo y todavía existen pero políticamente no tiene poder alguno. Aún así es una figura socialmente muy respetada y los locales, admiran a sus maharajas. Estos en muchos sentidos todavía se mantienen muy al margen de los demás ciudadanos, sobre todo por su poder económico, que les permite mantener un status superior a la media.
En España el maharaj más famoso fue el maharaj de Kapurthala, ya que estuvo casado con una española malagueña cantante de cuplés, Anita Delgado, que fue su quinta esposa y llegó a poseer una fabulosa colección de joyas, algunas de las cuales pueden verse en el album y las imágenes que acompañan esta reseña sobre la vida y el esplendor de losmaharajs de la antigua India. Al final he dado una referencia sobre la vida de este singular personaje.
Una leyenda envuelta en la opulencia y el esplendor
Se han tejido muchas historias acerca de la vida fastuosa y en ciertos casos de excentrica opulencia que llevaron estos reyes de la antigua India, algunos de cuyos descendientes en el linaje monárnico aún existen actualmente, pero sin el fasto ni la opulencia de los tiempos antiguos en que vivieron en una India poblada de dieersos reinados y tribus regionales. Pero la verdadera historia de los maharajas se remonta a los tiempos védicos, como podemos encontrar en las legendarias narraciones épicas de la India, tales como el Mahabharata, el Ramayana y los diversos Puranas o historias antiguas, donde también se describen las dinastías y el linaje de estos antiguos reyes que eran venerados por sus súbditos.
El lector interesado, pueda encontrar una vasta información sobre los maharaja y sus vidas de lujo y de fasto en la literatura disponible sobre el tema, la cual incluye las grandes colecciones de joyas que poseían estos singulares personajes de la antigua India, que aún durante la presencia británica fueron muy respetados por los representantes de la corona inglesa, llegando a establecer pactos politicos y de todo tipo con ellos, incluyendo el compartir jornadas de caza despiada de los animales salvajes como tigres, leones y otras especies de la jungla de esa país, tan sólo como un pasatiempo mórbido y cruel, que terminaba con la cabeza de esos animales colgada como trofeo en las paredes de los grandes palacios y enormes fortificaciones de los maharajas, construcciones que aún se mantienen en pie como signo de la vieja realidad legendaria de la India fantástica.
Rajastán, el segundo estado más grande de La India, fue el hogar por ecelencia de los mahrajas; los hijos de los mil dioses. Los maharajas fortificaban las ciudades, cubrían a los elefantes con diamantes y veneraban a los caballos, las espadas y los rayos solares.
En las fotos aún bien conservadas, vemos a estas personalidades ataviadas con vestidos y joyas fastuosas, luciendo barbas y bigotes muy cuidados, calzando mocasines de fina piel, cubriendo el cuerpo con casacas bordadas. Los maharajas protegían sus cabellos con enormes turbantes de seda de colores, cuajados de joyas y piedras preciosas, más valiosos que muchas coronas occidentales.
Ellos tenían aficción por los diamantes y las perlas, joyas con las que decoran sus ropas y sus cuerpos. Eran hombres finos y cultos, valerosos y tenaces. Les gustaba la caza y no retrocedían ante la batalla. La protección de sus subordinados y su valentía eran proverbiales. Estaban ibuidos por la asentada creencia de que tenían una misión sagrada: defender su fe, conservar sus tradiciones ancestrales y proteger Rajastán de los ataques lanzados por las tropas musulmanas invasoras.
En el siglo XVIII un autor local escribió en un apasionado manuscrito esta descripción sobre su pueblo: “Cuando las madres acunan a sus hijos les hablan de sacrificio y de valentía, y los preparan para morir en la batalla antes que para el deshonor de la retirada”. Se dice que antes de asumir la derrota en un combate, los maharaja se sometían a un rito llamado jauhar, que consistía en inmolar a sus esposas e hijos y lanzarse desesperadamente a una última y suicida batalla, una especia de harakiri como el de los antiguos samurais japoneses o los kamizakes aviadores durante la guerra mundial, que estrellaban sus aviones sobre los barcos o blancos enemigos. La cuestión del honor era un asunto de alta jerarquía e importancia entre los maharajes que gobernaron a una India envuelta en grandes leyendas y poblada de singulares personajes.
Dos mil años de dominio absoluto habían convertido a los maharajas en una casta privilegiada. Cada maharaja tenía un patrimonio aproximado de once títulos, seis esposas, doce hijos, nueve elefantes, tres vagones de ferrocarril privados y cuatro Rolls-Royce. Los suelos de sus palacios estaban cubiertos por una media de 30 pieles de tigres, sus piezas favoritas.
En mis visitas a diferentes palacios de la India, como el palacio del maharaj de Mysore, etc, he visto las fantasticas piezas que abundavan en su colecciónes privadas. Durante mi estadía en Kathtmandu, Nepal, en una visita a una casa real, contemplé con pesar muchas cabezas de animales salvajes cazados por los maharajas, incluyendo tigres y leones enteros disenados, colmillos de elefantes, etc., junto a globos terráneos inmensos en una enorme biblioteca cubierta por fastásticas y costosas alfombras maravillosamente tejidas.
Cuentan que al maharaja de Jaipur le apodaron “Burbujas” porque el día de su nacimiento, en 1930, sus familiares se bañaron en ese vino espumoso. El de Gwalior se hizo construir una reproducción a escala de su tren favorito en plata maciza. Y el de Bikaner laminó en oro su viejo Cadillac descapotable.
Sus construcciones no resultaban menos espectaculares. El templo principal de Ranakpur puede ser un buen ejemplo puesto que, construido en el siglo XV, está formado por 86 capillas, 29 salas, cinco capiteles, 20 cúpulas y 420 columnas, todas diferentes. El City Palace, el mayor complejo palaciego de todo el Rajastán, se comenzó a construir en 1559 utilizando mármol y granito como principales elementos. Sus muros, cubiertos de ventanas luminosas y balcones colgantes, albergaban las mejores colecciones de armas, pinturas y coches deportivos.
Qué decir del Taj Mahal, que aunque no fue construido por un maharaj indio, sino un emperador musulmán, como mausolero para su amada, constituye una de las grandes maravillas arquitectónicas de la humanidad. Los emperadores mogoles que también gobernaron por tiempo a la India y fueron acérrimos enemigos de los maharaj que defendían la tradición védica, también llevaron una vida de lujo y excentricidades fastuosas, aunque su crueldad y devastación fueron deleznables. Los sultanatos y emiratos de estos reyes musulmanes, convirtío a la India en un campo de reyertas, donde los maharajas lucharon contra ellos aguerridamente, siendo este un capítulo aparte de la historia de la antigua India.
Como se dice en un reportaje de donde he entresacado y extrapolado algunas de estas referencias y paráfrasis, aquella época de los maharajis “eran días de lujo y esplendor, preñados de belleza, de cultura y de arte, de sueños de gloria y eternidad”.
“Los maharajas nacen y no se hacen”, decían desde sus burbujas de oro y cunas de plata y de seda, ajenos por completo a la dura realidad que rodeaba sus palacios. Recordemos que el Siddhara Gautama, quien luego se convirtió en el Buda, era un príncipe, y cuando salió de las murallas de su palacio y vio el sufrimiento del mundo material, decidió adoptar la vida austera de un asceta y buscar la iluminación espiritual (buddhi), hasta que llegó a convertirse en Budha, literalmente “el iluminado”.
Ni siquiera la llegada de los ejércitos británicos, que ayudaron a controlar revueltas populares, amenazó el reinado de los grandes maharajas. Así como los ingleses, ellos amaban los caballos y el deporte, eran generosos con sus enemigos y organizaban magníficas cacerías sociales. Con la llegada de la modernidad, aceptaron ciertos cambios en su educación y en sus costumbres más primitivas. Algunos príncipes viajaron a Inglaterra. Otros, crearon incluso sus propios escudos de armas inspirándose en la más pura tradición británica. Y cuando la India obtuvo su independencia, el 15 de agosto de 1947, todos firmaron compromisos de adhesión en función de su posición geográfica, unos con el estado indio y otros con el paquistaní.
La decadencia de los todopoderosos maharajas, “los hijos del Sol”, llegó en 1971, cuando la primera ministra Indira Gandhi les privó de sus títulos y sus privilegios, les suprimió los gastos oficiales y les declaró anticonstitucionales. Actualmente, Rajastán lucha por recuperar el tiempo perdido. Este estado, con casi 45 millones de habitantes, trabaja para incorporarse a una India que cree en la industrialización. Anterioemente, el pueblo vivía de las artes y oficios, y aun en la actualidad su industría textilera y artesanal esta muy desarrollada.
La India actual es un país pujante y versátil. A pesar de su gran población de mil millones de habitantes, con una diáspóra de casi 27 millones de ciudadados indianos radicados en diversos páises occidentales, India explota sus recursos naturales, entre los cuales se cuentas las piedras preciosas que tanto fascinaban a sus maharajas, enriqueciendo sus patrimonos personales, y decorando sus vestimentas, aposentos y propiedades privadas, incluyendo sus automóviles.
Entre otros muchos rubros agropecuarios e industriales que fortalecen su economía, el turismo es uno que ha sido potenciado: las viejas mansiones de los maharajas se han convertido en lujosos hoteles, y sus espléndidos trenes privados se han convertido en palacios rodantes. Con el paso del tiempo las cosas en la India han cambiado. Aquella casta de reyes y príncipes arios aferrada a glorias pasadas, siguen siendo respetados por el pueblo, que ya sólo les considera hermosas leyendas vivas.
Yo conozco personalmente al actual rey de Puri, Su Majestad, Gajapati Maharaj Sri Divya Singh Dev, una fina personalidad y devoto Vaisnava que es muy querido por toda la gente de Orissa. Cuando junto con mi querido hermano espiritual Bhaktisvarupa Damodara Seami visitamos en el 2006 al rey de Puri en su residencia de Bhuvaneswar, tuvimos una grata velada. El me contó que había estado presente en el primer Ratha-yatra de Ikscon que se celebró en Nueva York en 1976, al cual había sido invitado y en el cual yo también estuve.
Extrañado por tal coincidencia, cuando le pregunta al respecto, Su majestad, un hombre muy sencillo, educado y humilde, me dijo que en ese entonces estaba estudiando leyes en Chicago y fue invitado al evento de nuestro Ratha-yatra en N.Y. Durante el evento académico que organimos el Bhaktivedanta Institute en diciembre del 2009 en Toshali Sands, Jaganatha Puri, tuve otra intereacción con este apreciado Maharaj, quien habló en la sesión inaugural y apoyó nuestro evento de diversas maneras, incluyendo el aporte de un grupo de bailarinas de Oddisi para nuestro programa cultural, así como el suministro de delicioso Jaganatha-prasada, el cual fue servido de la manera tradicional por los sacerdotes pandavas del famoso templo de Jajanatha Puri que están bajo la protección del rey.
Antiguamente, los maharajas de la India fueron la mayor autoridad sobre la Tierra y gobernaban teniendo el poder sobre la vida y la muerte de sus súbditos. De manera indiscutible e incuestionable, eran los soberanos absolutos de los Estados del Indostán, disfrutaban de tremendos privilegios, de incalculables riquezas, condición social y, sobre todo, eran admirados, reverenciados, temidos y algunas veces despreciados por sus súbditos.
Los maharajas tienen sus propios rituales funerarios, que son fundamentales para la cultura india, donde el cadáver debe ser quemado y sus cenizas arrojadas al Ganges u otro rio sagrado. La diferencia con los maharajas es que en el lugar donde son quemados sus restos suele construirse un monumento funerario, aunque ellos sepan que ahí no hay ningún cuerpo ni resto, ese sitio funciona como los cementerios occidentales. Los maharajas dejaban previsto grandes mausoleos de mármol de alta calidad para marcar su status. Uno de los más famosos en toda la India es el de los majarajas de Jaipur, una hermosa construcción cupular de mármol blanco.
La cultura védica prescribe costumbres funerarias muy fuertes, fijas y muy ligadas a la tradición religiosa. Cuando alguien muere, debe ser el hijo varón mayor quien se encargue de llevar el cuerpo a la pila funeraria y encenderla. Si el mayor no puede lo hace otro hijo, pero jamás una mujer puede ir a esta ceremonia.
Si una familia no tiene hijos varones, otro familiar varón debe hacerlo, pero entonces el difunto ya no irá al cielo. ¿Por qué en casi todas las religiones existe esta norma de no participación de las mujeres en estos ritos funerarios? La raón estriba en una hábil manera de mantener la natalidad muy alta, porque todo el mundo se asegurar tener varones que se encarguen de que el padre difunto pueda ir al cielo. Tales son las costumbres en la mayoría de las tradiciones orientales.
Jaipur, capital de la región del Rajasthan, tierra rica del norte de India, es famosa por la opulencia de sus maharajas, que también fueron grandes patrocinadores religiosos y constructores de templos. Jaipur aún conserva muchos palacios y maravillas arquitectonicas, como el Fuerte Amber. Algunas de estas construcciones aún se encuentran bajo el control del maharaj que las explota económicamente, sobre todo como hoteles de lujo.
Los maharajas tienen que dejar su título a su hijo, como un poder hereditario. Si no tuviese hijos el título y todas sus propiedades pasarían al Estado. El último maharaja de Jaipur, que murió en 16 de Abril del 2011 no tenía hijos, así que lo que hizo fue adoptar un hijo de un hermano suyo, para asegurarse que si le pasaba algo tendría alguien de la familia que heredaría el título y las propiedades. Así que el futuro maharaja que tiene actualmente 12 años es realmente su sobrino, pero legalmente es su hijo.
Sus extraordinarias riquezas
Las joyas y las lujosas posesiones de los antiguos maharajas de la India los convertían en dueños de una riqueza incalculable que les permitía una vida tan fastuosa como inverósimil para los occidentales. Para muchos que llegaron a conocer la pomposa, suntuosa, rimbombante opulencia de los maharajas, les parecía el mundo de las mil y una noches. De hecho, en la abundante filmografía india existen muchísimos temas sobre la vida y las hazañas encarnadas por estos personajes singulares: los maharajas de la India. En el segundo album gráfico que acompaña esta nota he puesto algunas fotos de sus fabulosas joyas.
Pensando que eras como seres divinos (de hecho muchos de sus nombres llevan los epitetos Dev, de deva, que significa divino), hacían gala de una demostración extravagante de tesoros y posesiones que les hacía vivir en un mundo aparte rodeado de los mayores lujos que jamás imaginaria ni un millonario occidental. Todo, desde la pastilla de jabón más pequeña hasta los grandiosos palacios de mármol, era “hecho para el maharaja”. Vivían de la tierra y de las inmensas fortunas familiares amasadas durante generaciones a costa de sus súbditos.
No es irreal que sus palacios atesoraban piedras preciosas, carísimas alfombras, delicada porcelana, piezas de jade verde transparente, collares de perlas de incalculable valor, ámbar rojo, rubíes y esmeraldas del tamaño de huevos de paloma, lingotes de oro y plata, y grandes cantidades de marfil.
Algunas de esas joyas pertenecían a la época de los mogoles, quienes las habían regalado a sus favoritas. Cuando los británicos triunfaron sobre los mogoles imponiendo el poder imperial en la India, muchos de los maharajas pactaron en secreto con los británicos. Los que mantuvieron la confianza de los ingleses continuaron desempeñando su poder, incluido el derecho a condenar a muerte a un súbdito culpable, pero a medida que el nuevo Gobierno indo-británico, que surgió a partir de la Compañía de las Indias Orientales, se afianzaba, los maharajas se convertían en subcontratistas con mero poder nominal.
Cuando se disolvió el gobierno indo-británico en 1858 y la reina Victoria se convirtió en emperatriz de la India, ese fue el realmente el comienzo del Imperio Británico. Los ingleses continuaron anexando antiguos estados reales y reduciendo el poder de los maharajas de antaño. Sintiéndose impotentes en su propio país, intentaron conquistar Occidente con sus riquezas, convirtiéndose su extravagancia en una forma de declarar públicamente su propia autoestima.
Fue en esa época cuando los maharajas construyeron algunos de los palacios más espectaculares de la India, decorándolos con lo mejor que existía en cada lugar. En famoso joyero francés Cartier, suplidor de espectacules joyas para la monarquía y la aristrocacia europa, comenzó a elaborar prendas fabulosas y muy costosas para las familias reales de los maharajas de la India. Louis Vuitton hizo lo propio para los artículos de piel, y la casa de automoviles Rolls Royce fabricaron lujosos coches especiales para losmaharajas. Estas firmas occidentales se convirtieron en los proveedores reales favoritos de los maharajas de la India. Ellos sólo comían en vajillas de porcelana de Royal Worcester o Minton, y bebían únicamente en cristalerías de Lalique o Baccarat.
La ostentación de sus grandes colecciones de joyas hizo también famosos a losmaharajas. Por ejemplo, las alhajas que Jagatjit Singh encargó a Cartier, son legendarias. Nada mejor que los rubíes, las esmeraldas o los brillantes del tamaño de huevos para describir a un maharaja, quien los poertaba en su turbante y en su pecho, colgados de su cuello y prendidos de sus vistosas y largas casacas de exauisito brocado y costosas telas de seda y filamentos de oro.
Otros maharajas también adoraban las joyas que encargaban a las casas más importantes como Cartier, Boucheron, Van Cleef and Arpels y Harry Winston. Pero fue un amigo de Jagatjit Singh, Bhupinder Singh, maharaja de Patiala, quien le hizo la competencia como mejor cliente de las joyerías más exquisitas. Cartier le diseñó el famoso collar Patiala de cinco vueltas con 2.390 brillantes y un brillante perfecto que colgaba del centro de De Beers de 234,65 quilates.
La nueva colección de alta joyería de Cartier tiene una infinita gama de exquisitas piezas únicas inspiradas en los antiguos maharajás de La India y en toda la majestuosidad que envuelve al misticismo de aquel país de oriente. Una colección joyera para lo invisible, como la parte del secreto de un mundo en el que Cartier captura la esencia; crea la magia a lo largo de joyas hechiceras codificadas con señales de otros mundos. Joyas-sortilegios que miran hacia La India con collares de luz, hileras de cuentas, pendientes, pulseras y, por último, piedras; la mayoría grabadas, estriadas y talladas en Jaipur para la autenticidad y la verdad de un “Savoir-Faire” de siempre, único.
La realización de esta colección de joyería de Cartier tiene raíces profundas pues se remonta a los viajes que realizaron los hermanos Cartier a principios del siglo pasado, fueron viajeros iluminados que llegaron a La India en 1919, debido a la fascinación con la que quedaron enganchados al conocer la cultura de aquellas ciudades maravillosas idearon establecer, en la primera parada en Bombay, la “Bombay Trading Company”, una tienda para que ellos, los hermanos Cartier y los maharajás hindús iniciaran una mancuerna de intercambio y retroalimentación privada, de fastuosos modelos de joyería. Por lo que La India contemporánea abrió sus puertas a los más asombrosos juegos y coordinados en alta joyería.
Así mientras los maharajás hicieron que Cartier convirtiera sus piezas de oro en platino, Cartier a su vez tomó interés en las creaciones tradicionales de la India. Cartier creó la moda por el estilo indiano, por el cual el oeste estaba claramente enamorado, sobretodo por el esplendor de las piedras, zafiros de Kashmer, rubíes de Burmes y maravillosas esmeraldas Moghul.
Los maharajas de la india y Cartier han mantenido un fascinante y rico intercambio comercial, ya que además de aportar dinero, aportan también cultura, creaciones únicas; porque Cartier toma las bellas influencias de la India por lo que termina fascinando con la joyería a los ricos maharajás de medio oriente y por supuesto a todos en la actualidad.
Los lujosos automóviles de los maharajas
Los coches fueron otra de las obsesiones reales. Todos coleccionaban coches extravagantes, sobre todo Rolls Royce. El maharaja de Mysore, por ejemplo, tenía una flota de 24 Bentleys y Rolls Royce, todos con prestaciones especiales. El nizam de Hyderabad, por aquel entonces uno de los hombres más ricos del mundo, encargó un coche con el asiento trasero más alto porque consideraba que no podía estar a la misma altura que su chófer. Quizá el nizam debería haber hablado con el maharaja de Udaipur, que, sencillamente, le pidió a su secretaria que se sentara en el suelo del coche.
Jagatjit Singh tenía su propio tren para hacer viajes desde Kapurthala a Delhi, a Bombay y a otros lugares, de forma más confortable. El maharaja de Baroda también encargó un tren a Royal Locomotives de Inglaterra. Fue un tren en miniatura que regaló a su hijo pequeño el día de su quinto cumpleaños. No le gustaba que el niño pisara el suelo cuando caminaba desde el palacio hasta el colegio real.
El maharaja de Kapurthala era un hombre culto que hablaba seis lenguas y a quien entusiasmaba la historia. También era un francófilo declarado que sentía fascinación por todo lo francés, desde la literatura hasta el arte, la comida, la moda, las mujeres y la arquitectura. De alguna manera, intentó imbuir Kapurthala de la joie de vivre parisina. Por ejemplo, contrató a los mejores arquitectos franceses para que construyeran una réplica de Versalles. Incluso el personal de palacio debía vestir con los uniformes franceses del siglo XVII, incluidas las pelucas blancas.
Pero a pesar de su idiosincrasia, Jagatjit Singh fue, junto con el maharaja de Mysore y el de Baroda, uno de los pocos gobernantes inteligentes que promovieron la cultura y la educación mediante la construcción de colegios. Remodelaron las infraestructuras estatales y las obras de riego y mejoraron los servicios municipales de las ciudades y los pueblos, prestando especial atención a la educación, la asistencia sanitaria y los servicios médicos. Además, promovió un ambiente religioso de tolerancia mediante la construcción de iglesias y mezquitas. Los otros 600 príncipes indios se dedicaron a construir palacios, a coleccionar Bentleys, a comprar collares de brillantes, a jugar al polo y al críquet, y a cazar hasta casi extinguir los tigres de la India.
El ocaso del esplendor del los maharajas
En 1947 la India consiguió su independencia. Y una de las primeras cosas que hizo Jawahrlal Nehru fue pedir a los maharajas que entregaran sus estados para unirlos a una sola India. Pese a la negativa de algunos, se llegó a un acuerdo. A cambio, mantendrían sus privilegios y la Constitución les garantizaría unos ingresos bautizados como privy purse. En 1971, Indira Gandhi aprobó una enmienda a la Constitución que despojó a losmaharajas de los privy purse y de sus derechos a utilizar sus títulos. Los maharajas del Indostán dejaron de existir ante esta ley de la India.
Los palacios y las propiedades de Jagatjit Singh en Kapurthala fueron devueltos al Gobierno. Actualmente, el palacio de Jagatjit es un colegio. Solamente sigue siendo propiedad de la familia Kapurthala el Chateau Mussoorie, un edificio que Jagatjit Singh mandó construir en 1896 en Mussoorie, en las faldas del Himalaya, y que se encuentra en muy malas condiciones estructurales.
El actual maharaja de Kapurthala es Sukhjit Singh, nieto de Jagatjit Singh, que se convirtió en maharaja en 1955. Después de la independencia, Sukhjit Singh se alistó en el ejército indio, donde llegó a ser uno de los generales de más alto rango y más condecorados por sus servicios en las guerras con Pakistán. Otros descendientes reales se han inclinado por la política y la cultura y viven en Delhi. Arun Singh fue ministro de Defensa de la India en el Gobierno de Rajiv Gandhi; y Martand Singh es un reconocido estudiante de sánscrito, de arte y arquitectura hindúes, así como un experto en tejidos, que actualmente es miembro del Consejo de Administración del Museo Metropolitano de Nueva York y del Victoria y Albert de Londres.
Los maharajas de Kapurthala entregaron sus propiedades reales al Gobierno indio, pero otros como el de Rajasthan, el de Udaipur, el de Jaipur y el de Jodhpur negociaron más hábilmente y consiguió convertir sus palacios en hoteles de cinco estrellas asociándose con grupos hoteleros como Oberoi o Taj.
En cualquier caso, los maharajas son aún respetados hoy en día. Muchas personas, cuando les ven, se inclinan ante ellos para tocar sus pies, siguiendo una costumbre tradicional que recuerda una institución que perduró durante 6.000 años y vivió momentos de gran apogeo. La generación actual de esta dinastía principesca está redefiniendo el papel que quiere desempeñar en la sociedad en la que vivieron sus antepasados durante cientos de años, tal como lo ha expreado una ignota pariente india de esta dinastía que vive en N.Y., cuyo relato esta aquí transcrito. Tikka Shatrujit Singh, el heredero del legado de Kapurthala, cree que es preciso “formar parte de una comunidad en la que hemos vivido durante generaciones y ayudarla, pero ya no podemos imponernos sobre los demás, porque la gente nunca lo aceptaría. Ahora la India les pertenece. Existe un vínculo importante entre los maharajas y los ciudadanos y la gente confía en ese vínculo. Quizá más de lo que confían en los políticos”.
Algunos empresarios millonarios como Mukesh Ambani y Laxmi Mittal son conocidos en la India como los nuevos maharajas. Pertenecen a una nueva dinastía, una élite poderosa que controla los conglomerados de empresas más importantes del subcontinente como la gigantesca petroquímica Reliance (que también tiene telecomunicaciones), el Aditya Birla Group, el Thapar Empire y el Hinduja Group. Son nuevas fortunas no heredadas, como las de los maharajas, sino amasadas por su mismo trabajo.
Sería interesante saber si esta nueva casta de maharajas richachones industriales, perdurará como lo hicieron las anteriores. Antiguamente, su poder se basaba en controlar la tierra; hoy controlan la infraestructura económica de la India. ¿Existe alguna diferencia? —se pregunta la nieta del maharaja de Kapurthala que repasa su historia en este reportaje.
El maharaja de Kapurthala es el título que ostentaba el jefe del antiguo principado del mismo nombre durante varios periodos desde el 1772 (incluyendo la India británica) hasta la actualidad. El maharaja actual (un título simbólico, sin poder totalitario), así como los antepasados, pertenecen a la dinastía Ahluwalia.
Finalmente, es conveniente señalar un asunto sobre los privilegios hereditarios de estos reyes de la India, actualmente casi inexistentes. Los maharajas son siempre los varones primogénitos de la primera esposa. Se ha dispuesto lista de todos los hijos que le corresponden a cada maharaja para facilitar la progresión. En muchos casos, no se tiene constancia ni del nombre de las esposas, ni el de las hijas de algunos varones de la familia.
Una observación final
Como dijo una viajera, aparentemente española, que fue a la India sin estar familiarizada con su idiosincracia, hablar de la India es muy difícil; por ser un país con cosas “tan ajenas a nosotros, y una esencia única de tantas polaridades, de lujos insultantes y pobrezas estrujantes. Igual te inspira y de la misma manera te frustra que es difícil expresar realmente si te gusta o no. Aunque dejas el país y extrañas las sonrisas de los niños y la amabilidad de la gente”.
Es natural que entre las muchas personas de Occidente que visitan la india tengan diferentes impresiones, muchas de ellas erróneas o superficiales. Como dije en mi ponencia “El Patrimonio Espiritual de la India y la Conciencia Materialista”, expuesta en el Seminario “India: De su contribución a los pensadores de la Independencia”, la cual se celebró en Mérida, Venezuela, en Octubre de 1998, en la Universidad de los Andes, Facultad de Humanidades y Educación, Escuela de Historia, Departamento de Historia Universal, Dirección de cultura y extensión, evento académico, auspiciado por la Embajada de la India en Venezuela, el Centro de Estudios Históricos “Carlos Emilio Muñoz Oráa”, y el Grupo de Investigación en Estudios de Africa y Asia (ALADAA-Venezuela), “El insigne legado de la milenaria cultura de la India se encuentra en los Vedas, sus Escrituras sagradas”.
En mi exposición, publicada posteriormente en los registros de ese evento, también expresé lo siguiente:
“El hombre occidental crece en el marco de otra civilizacion, signada por otros valores materialistas, viendo el propósito de su vida en el logro de objetivos ajenos a la verdadera trascendencia. Así el contempla el conocimiento como una actividad específica del intelecto y la adquisición de información, que desde la era post-modernista, está cada día más fragamentada por la voracìdad de la sociedad de consumo y el avance incesante de la tecnología informática.
Para el originario de la India que no está lamentablemente influencia por la cultura occidental y sigue las tradiciones de la India sin deformación alguna, el objeto de todas las actividades del hombre debe en cambio participar en el conocimiento superior, el cual es un instrumento para su verdadera evolución integral como individuo”.
De manera que, bajo este punto de vista ético y progresista, el mejor patrimonio de la India no es precisamente la leyenda sobre el exotismo de sus maharajas, sino sus personas santas y su verdadero patrimonio espiritual. Esos grandes mahatmas, que han moldeado sus vidas y enseñado a muchas generaciones de discipulos, constituyen uno de los tesoros más importantes de la madre India, junto con sus textos sagrados y sus representates vivientes.
Los maharajas del pasado son indudablemente parte de una historia poblada de fastuosidades y complejidades extraordinarias. Pero ya entrado en tercer milenio, lleno de crisis y necesidades de los más desposeidos, a causa de la explotación y el desdén de los más poderosos y siniestros gobernantes cegados por el materialismo depredador, en diversas condiciones y calibres sociales, es preciso reorientar la historia del futuro humano y sus prioridades fundamentales. Las vidas fastuosas de los antiguos maharajas de la India, son un capítulo enterrado de una leyenda dorada, pero también llena de contrastes y sinsabores.
Los tiempos actuales demandan un cambio radical de perpectiva y el abandono de las ideas y costumbres y tradiciones anacrónicas del pasado. Queden pues los maharajas en sus fotografias legendarias y la admiración de sus joyas en colecciones dispersadas por todo el mundo, en quienes las han podido adquirir en lotes y ventas puntuales. Durante mi estadía en Bombay, a principios de la década de los ochenta, pude ver en una joyeria de Bombay una seriee de estas joyas, entre ellos un fantástico anillo con un enorme y raro zafiro rosado rectangular, expertamente engarzado en un anillo de oro de 22 kilates, a un precio no demasiado oneroso. Tales joyas exóticas son parte del pasado de unos reyes que poseidan inmensa opulencia y poder.
En su ritmo dialéctico los tiempos han cambiado. En el globalizado panorama internacional, donde reina el mito impersonalista de la tecnología computarizada, cuya red ha atrapado virtualmente la ávida conciencia del individuo, sustituyendo el predominio de los antiguos dioses y de los valores eternos del ser por los poderes y monopolios de los sistemas informáticos, la ausencia de valores trascendentales también sigue imperando. Los deseos del individuo materialista no es como los de los antiguos maharajas, pero también se basan fundamentalmente en el egoísmo y el afán desmedido del poder.
Para el nuevo hombre de la India, que no debe imitar los valores occidentales sino preservar la tradicion espiritual de la India legendaria, es imperativo que aporte con su ejemplo una nueva actitud para cambiar los paradigmas materialistas, no convertirme en un rídiculo y lastimoso seguidor de los mismos. Ser y saber ser y trasnformarse es mejor que poseer un status social envidiable por otros con el mismo y desmedido afán materialista.
Como decía el gran poeta e induísta francés René Daumal pionero en su tiempo al señalar estas cosas y cuya extensa obra he traducido, “Nuestro método experimental aspira ser aplicado a todos los objetos, excepto al ser, el cual es relegado a los dominios de la especulación filosófica y de la fe religiosa. Para el hindú, en cambio, el ser es el objeto primero, último y fundamental del conocimiento, conocimiento no sólo experimental sino también transformador”. Ojalá esto fuera así en los tiempos por venir.
En su excelente obra, Los maharajás, gobernantes de un pueblo dividido, donde ha recontado todo sobre esta raza de gobernantes, su forma de vida, su pueblo y organización social, Geoffrey C. Ward expresa lo siguiente:
"En el siglo XVII los maharajas de Wadiyar de Mysore habían emergido como algunos de los más extravagantes soberanos de la India, con sus lujosas coronaciones, bodas, celebraciones y diversiones reales como la caza del tigre y el elefante. Las fiestas y desfiles eran acontecimientos deslumbrantes, y los maharajas requerían opulencia a una escala aturdidora…”.
A través de esta crónica sobre los maharajas de la antigua India y las fotos que la acompañan como complemento, las cuales he puesto en un par de albums dedicado a sus vidas y opulencias, sólo he querido dar a conocer un capítulo de la India tradicional, el cual ha sido de especial interés para los curiosos y los que gustan de conocer las culturas exóticas. La vida y las exhuberancias de los esta raza de gobernantes de la India, tal vez aún sean desconocidas por los modernos lectores occidentales, pero no dudo que ellos quedarán también fascinados con las imágenes gráficas que complementan este reportaje, cuya recopilación no ha sido menos laboriosa.
Bibliografía
- The historical record of the Imperial visit to India, 1911: compiled from the official records under the orders of the viceroy and Governor-General of India. Publicado por el Gobierno de la India a cargo de John Murray, Londres, 1914.
- His Imperial Majesty King George V and the princes of India and the Indian Empire: historical-biographical. Compilado por K. R. Khosla y editado por R. P. Chatterjee. Lahore: The Imperial Publishing Co., 1937.
- Los maharajás, gobernantes de un pueblo dividido, Vol. II, por Geoffrey C. Ward, Editorial Folio 1998, España. Tapa dura plastificada. Tamaño 24 x 30 cm. 175 páginas. Papel de primera calidad, colmado de hermosas ilustraciones de estos gobernantes indios y bellas fotografías de sus magníficos tesoros y preciosa joyería. Muy atractivo visualmente.
- The Automobiles of the Maharajas, por Manvendra Singh Barwani and Sharada Dwivedi.
- La bella presentación de este libro, bien ajustado en una caja que proteje del polvo la fina textura de fábrica de las cubiertas con textura cobriza, es un atractivo para todo lector. El título, Los automóviles de los maharajas (incluyendo los Rolls Royce más costoso) indica acerca de su contenido. Sus páginas tienen una textura de tonos de marfil y cobre, que muestran claras y bien reproducidas fotografías de eswcenas intrigantes y exóticas para un observador occidental.
- The Art Gallery of Ontario (AGO). “The Splendour of India’s Royal Courts opens to the public”. Esta exhibición sobre los grandes reyes (maharajas) de la India, el lujo y el esplendor de sus cortes reales, fue inaugurada en el AGO de Canadá el 3 de Abril del 2011, y organizada por el Victoria and Albert Museum de Londres. Se mostraron 200 trabajos que abarcaban tres siglos de historia sobre la vida de los maharajas de la India.
- Maharajas. Ecos del pasado, por Charles Allen. Hermoso libro con fotografias antiguas y modernas de la clase gobernante y más rica de la india, sus palacios, lujos, vestimentas, riquezas, etcétera. Ed. Tikal, India 2005, encuadernacion dura con sobrecubierta original, gran formato, 160 páginas, gran cantidad de fotos antiguas en sepia y modernas a todo color, impreso en papel satinado, los raros ejemplares se venden hasta por 200 dólares.
- Viaje a la india de los maharajah. Un recorrido por todos los exóticos lugares de la legendaria india, por Luis Rousselet, traducción de C. Zubizarreta. Editorial Espasa-Calpe, B.A. 1942, hojas amarillas.
- The Last Maharajas, por Jean Louis Nou, Editorial: Roli Books International, 1981 Libro de lujo, 200 páginas, 32 X 25 cm.
- Maharajás, el fin de las Mil y una Noches, Reportaje de una nieta del maharaja de Kapurthala que repasa su historia. Los maharajas fueron temidos y reverenciados, después demostraron su poder haciendo alarde de sus inmensas riquezas. Ahora viven como ciudadanos comunes en la moderna y pujante India que no se resiste a denegar de su tradicional pasado histórico. Este artículo de Maha Akhtar, traducido al español por Virginia Solans pueder verse en este vínculo:
http://www.elpais.com/articulo/portada/Maharajas/fin/Mil/Noches/elpepusoceps/20090614elpepspor_3/Tes
- Anita Delgado, la mahararajani malagueña, articulo con fotos, en el Website,http://www.guateque.net/anita_delgado.htm
Quienes deseen mayor información bibliográfica pueden acceder directamente a los siguientes Websides:
Fine Luxurious Lifestyle
Para una mayor exploración gráfica, vean por favor los dos álbums que acompañan esta nota. En el primero he puesto una selección de fotos raras de varios maharajas ymaharanis. En el segundo album hay fotos de sus fabulosos tesoros: joyas fastuosas y costosas piedras preciosas (algunas de ellas fabricadas por Cartier y que incluso opacaron el lujo de la realeza europea de la época), automóviles, trenes, elefantes, palacios, séquito y demás posesiones de estos antiguos reyes provinciales de la India, cuya fabulosas vidas, no exentas de codicia, excentricidad y controversias, constituyen un capítulo de la historia de la India tradicional que no puede ser ignorado.
__________OM TAT SAT
No hay comentarios:
Publicar un comentario