His
Holiness
Giriraj
Swami
SRI NRSIMHADEVA - MULTIPLY
Creado por juancas del 21 de Febrero del 2013
His Holiness Giriraj Swami |
His Holiness Giriraj Swami |
Yamuna devi – Sirviendo en vani y vapu
Conmemorando
el primer aniversario de la partida de Yamuna Devi –la inmersión
de sus cenizas en el Yamuna y la dedicatoria de su samadhi en
Vrindavan-, he pensado en compartir con vosotros algunas memorias y
reflexiones acerca de su glorioso servicio, basadas en una charla que
di en el programa dedicado en memoria suya, el 23 de diciembre del
2011 en Vrindavana. —Giriraj Swami
Hay
tantas cosas que contar acerca de Srimati Yamuna-devi dasi.
En
octubre de 1970 yo formaba parte de un grupo de discípulos
americanos de Srila Prabhupada, que viajábamos para encontrarnos con
él en la India. En el camino, nos detuvimos en Bruselas, y fue ahí,
en un apartamento, donde me encontré por primera vez con Yamuna-devi
—y Malati y Syamasundara— (ya me había encontrado antes con
Gurudas, en Boston). Al entrar, inmediatamente pude sentir su
intensa, extraordinaria devoción por Srila Prabhupada —era algo
tan palpable, tan tangible; la habitación estaba impregnada de su
devoción—, y juntos pasamos ahí varias horas. Yo estaba muy
entusiasmado por ir a la India para estar con Srila Prabhupada, y aún
así, sentí que hubiera podido quedarme en ese lugar para siempre;
no quería abandonar la asociación de estos increíbles devotos que
estaban tan apegados a Srila Prabhupada, y que eran tan capaces de
servirle de tantas diferentes maneras.
Gurudas
había dispuesto que viajáramos en un vuelo barato con una pequeña
compañía aérea, y así, aquella tarde embarcamos en un antiguo
avión de carga, bimotor de hélices, adaptado para pasajeros y que
se dirigía hacia Bombay haciendo escala en El Cairo. En mi humor en
conciencia de Krishna en ese entonces, yo me sentía bastante ajeno a
mi entorno. Yo quería evitar maya —cualquier cosa que
pudiera distraerme de Krishna—, y no prestaba mucha atención a
nada que no estuviera directamente relacionado con mi servicio.
Estaba centrado en la idea de cantar y escuchar con claridad cada
palabra del mantra Hare Krishna, en pensar siempre en Krishna
y en nunca olvidarle. Y había escuchado que Srila Prabhupada había
dicho que si tienes dificultad para escuchar, debes cantar fuerte. Y
algunas veces, para adentrarme en los Santos Nombres, y para romper
con cualquier posible letargia, yo solía dar saltos mientras
cantaba. Uno o dos devotos me dijeron que sentían preocupación
sobre cómo reaccionaría la gente en Egipto al verme cantar, pero yo
estaba determinado a hacerlo.
En ese
entonces había agitación allí, y cuando aterrizamos en El Cairo,
fuimos recibidos en la pista por un grupo de soldados y guardias de
seguridad, que llevaban bandoleras cargadas de balas cruzándoles el
pecho y ametralladoras colgadas de los hombros. A medida que íbamos
desembarcando y bajando la escalera, los hombres apuntaban con sus
ametralladoras en dirección nuestra. Entonces Yamuna, como me
contaron después, se dio cuenta de que los guardias empezaron a
mover sus armas de arriba abajo, cambiando su objetivo. Cuando ella
se giró para ver cuál era el motivo, vio que yo estaba bajando
detrás de ella, cantando japa y saltando en los escalones.
De una
manera u otra pudimos escaparnos de Egipto y volamos a Bombay, donde
Srila Prabhupada había dispuesto que fuéramos llevados a la casa de
Kailash Seksaria. Durante la estancia allí, pasé por un período de
confusión –algunas cosas me resultaban muy difíciles de
comprender y superar–, y no estaba seguro de lo que tenía que
hacer. Yo era un devoto relativamente nuevo, al menos comparado con
el resto del grupo, y de una manera u otra me sentí inspirado a
acercarme a Yamuna y Gurudas para que me ayudaran. Lo que me dijeron
fue extraordinario, y para mí, revolucionario. Entré en su
habitación sintiéndome perdido, pero ellos invirtieron
completamente el asunto; me dijeron que Srila Prabhupada me había
enviado para que ellos pensaran más en él, y para que pensaran
también en temas de un profundo significado. Estoy convencido de que
fueron totalmente genuinos en la forma en que se lo tomaron y en lo
que dijeron, y ese fue el principio de lo que llegó a ser una
relación muy íntima que entablé con ambos.
Mientras
nos hospedábamos en Seksaria Bhavan, Srila Prabhupada introdujo una
nueva melodía para las oraciones Gurvastakam de la mañana. Él
intentó enseñársela a algunos de los devotos, pero no llegaron a
captarla. Entonces decidió enseñársela a Yamuna-devi ante la
presencia de todos nosotros, y ella la captó en seguida. Después,
Srila Prabhupada le dijo a Yamuna: “Aprende a escuchar. No podrás
seguir bien a menos que escuches bien, y no podrás dirigir bien a
menos que hayas aprendido a seguir bien”. Y gradualmente, el resto
de nosotros aprendimos la nueva melodía.
En
Bombay, Srila Prabhupada fue invitado a participar en el Vedanta
Sammelan de Amristar, de modo que un grupo de siete devotos y dos
devotas, Yamuna y Kausalya, viajamos con él en tren. El Vedanta
Ashram nos brindó dos habitaciones pequeñas y el uso del patio
común que estaba justo fuera. Srila Prabhupada ocupó una
habitación, Yamuna y Kausalya la otra.
Srila
Prabhupada tenía una actitud muy protectora hacia las mujeres, y les
permitía viajar con él en su coche (mientras que los hombres
tomábamos rickshas). Él estuvo dando programas por la mañana
y por la tarde, y a menudo entre éstas. Kausalya me contó que
mientras que se dirigían a una reunión, él mencionó que
necesitaba unos zapatos nuevos. “Detente en la siguiente tienda de
zapatos Bata”, dijo. En la tienda les dijo a Yamuna y Kausalya:
“Vosotras podéis elegir los zapatos por mí”, y se sentó. Así
que ellas estuvieron buscando por toda la tienda y encontraron unas
sandalias blancas de plástico con tiras cruzadas, que pensaron
serían las adecuadas. Cada una de ellas le llevó una sandalia a
Srila Prabhupada, y se la deslizaron en los pies. Él sonrió y les
preguntó: “¿Os gustan?”. A lo que ellas respondieron: “Sí”.
“Entonces, las compraremos”, dijo, y así lo hicieron.
Por
las tardes, cuando había algo de tiempo libre, Yamuna-devi solía
cantar en el patio. En noviembre hacía mucho frío en Amristar, pero
el ambiente se sentía un poco más cálido al mediodía, cuando
salía el sol, y ella se sentaba con las piernas cruzadas y la
espalda recta cantando el maha-mantra Hare Krishna con los
ojos cerrados, sin parar. En ese entonces, ella me dijo que cuando
cantaba, sus oídos, su mente y su corazón se abrían atentos a los
Santos Nombres, y que los nombres entraban y que simplemente
escuchaba el sonido. Ella permanecía completamente absorta en el
sonido, sin pensar siquiera que estaba cantando los Santos Nombres,
ni que éstos eran nombres que ella estaba escuchando –simplemente
estaba absorta en el sonido–.
Después
de Amristar, Srila Prabhupada y su grupo viajamos en tren de vuelta a
Bombay. En el camino, el tren se detuvo en la estación de Nueva
Delhi, y un abogado llamado D.D. Gupta, que había estado manteniendo
correspondencia con Prabhupada, y que había sido informado de que el
tren se detendría en ese lugar, fue a su encuentro. Él le pidió a
Srila Prabhupada que dejara a algunos de sus discípulos en Delhi
para que empezaran a hacer diversas actividades ahí. Prabhupada se
giró hacia Gurudas, que estaba viajando en el mismo compartimento, y
le dijo: “Este caballero nos está invitando, baja aquí y ve qué
puedes hacer”. Gurudas preguntó si podía quedarse con algunos
devotos, y entonces él y Srila Prabhupada acordaron que se quedara
el siguiente grupo: Yamuna-devi, Gopala, Bhakta Bruce (ahora Bhanu
Swami) y yo.
El Dr.
Gupta dispuso que nos quedáramos en la parte antigua de Delhi, en
dos habitaciones cerca del “Delhi Gate”. Las habitaciones eran
muy sencillas, de cemento y paredes blanqueadas, contiguas al patio
que se encontraba en el centro del edificio, y teníamos que darle la
vuelta al patio para ir a una simple letrina (aunque, en ocasiones de
emergencia, ¡a menudo teníamos que correr!).
Resultó
que el Dr. Gupta era un hombre peculiar. Era abogado, pero no muy
importante y era avaro. Solía guardar sus pilas gastadas en un
cajón, con la esperanza de que volverían a recargarse. Toda la
situación era muy austera, pero era maravilloso estar con Gurudas y
Yamuna. Éramos como una familia, en la que Gurudas y Yamuna eran
como el hermano y hermana mayores, que nos cuidaban en la ausencia de
nuestro padre, Srila Prabhupada.
Después
de dejarnos en Delhi y de pasar unos cuantos días en Bombay, Srila
Prabhupada continuó hacia Indore para asistir al Gita Jayanti
Mahotsava, y nuestro pequeño grupo se reunió allí con él. En una
ocasión, cuando entramos en su habitación, nos miró desde su
escritorio, y Yamuna-devi hizo un comentario: “Srila Prabhupada,
usted se parece a una foto que he visto de su guru maharaja
mirando desde su escritorio”. Y Srila Prabhupada contestó con toda
humildad: “No todo lo que reluce es oro. Mi guru maharaja
era como el oro; y yo soy como el hierro”.
Srila
Prabhupada y su grupo viajamos desde Indore hasta Surat, en Gujarat,
donde fuimos recibidos por una calurosa recepción. Algo peculiar
sucedió en Surat –la verdad es que durante años no había vuelto
a pensar en ello–. Un día, yo estaba cantando mis rondas en la
azotea de la casa en donde nos estábamos alojando, y de un modo u
otro, mi mente se fijó en la idea de que… yo había escuchado que
Srila Prabhupada había dicho que si tú puedes liberar aunque sea
una sola alma para que vaya de vuelta al hogar, de vuelta a Dios,
entonces tu propia liberación estará asegurada. Por algún motivo
recordé a mi novia que había tenido antes de unirme al movimiento,
y consideré: “Tal vez debería traerla, haré que se vuelva una
devota pura, y entonces podré ir de vuelta a Dios”. Para mí todo
esto tenía mucho sentido, pero pensé que sería mejor consultarlo
con Gurudas y Yamuna. Lo dije muy en serio y ellos me preguntaron:
“¿Por qué ella en particular? Existen tantas almas a las que tú
puedes asistir para que vayan de vuelta a Dios, ¿por qué ella?”.
Indirectamente, ellos señalaron mi apego por ella, y me indujeron a
que abandonara esa estrategia.
Después
de Surat, Srila Prabhupada se detuvo en Bombay, en donde se encontró
con unos cuantos devotos que residían allí. Todos estábamos
alojados en el Hotel Sea Palace, que servía un menú vegetariano
puro, y que pertenecía a Sri Ramchand Chhabria, quien conocía a los
devotos de Inglaterra y era vegetariano. Mientras estábamos allí,
nos llegó una nueva edición de la revista De vuelta al Supremo,
y el primer artículo era un poema de Srila Prabhupada “Markine
Bhagavata-dharma”, que había escrito en Boston, cuando recién
llegó a los Estados Unidos. Nunca habíamos visto ese poema, y nunca
antes había sido publicado. Gurudas, Yamuna y yo nos reunimos para
mirar la revista, y Yamuna leyó el poema en voz alta. Estaba escrito
en un humor de gran humildad y dependencia en Krishna. Cuando llegó
al final: “Firmado –el más desdichado e insignificante mendigo,
A.C. Bhaktivedanta Swami”, ella rompió en llanto; no pudo
contenerse.
Años
más tarde, en Septiembre de 2002, después de haber celebrado el
aniversario de la llegada de Srila Prabhupada a los Estados Unidos,
le escribí lo siguiente a Yamuna-devi: “Hace dos días, estuve
hablando de cuando apareció por primera vez en la revista De
vuelta al Supremo el poema en inglés de Srila Prabhupada
“Markine Bhagavata-dharma”, y de que tú nos lo leíste a
Gurudas Prabhu y a mí, y que al final terminaste llorando”. Y ella
me contestó: “Este año canté esa oración en el día de
Vyasa-puja, y durante todo el rato derramé torrentes de lágrimas;
las lágrimas son una de mis debilidades”.
Srila
Prabhupada viajó de Bombay a Allahabad para asistir al
Ardha-Kumbha-mela, y Yamuna-devi y yo estuvimos allí con él. Srila
Prabhupada habló acerca de la historia de Ajamila y del Santo
Nombre, del sexto canto del Srimad-Bhagavatam. En ese
entonces, sólo se habían traducido y publicado los dos primeros
cantos, así que Prabhupada leyó de su Bhagavatam en
sánscrito con comentarios; a veces traduciendo del de Sridhara Swami
y, ocasionalmente, del de Jiva Goswami.
Mientras
estábamos allí, escuché que Srila Prabhupada había dicho que él
estaba hablando para Yamuna; y en Abril de 2007, cuando Yamuna me
visitó en Carpintería, le pregunté acerca de esto. Lo que me dijo,
dejó una impresión indeleble en mi corazón.
Según
me explicó, ella siempre había pensado que tenía tanto derecho
como cualquiera, a caminar o sentarse cerca de Srila Prabhupada. Y
generalmente, cuando él hablaba ella se sentaba frente al vyasasana,
a sus pies. Ella nunca había hecho verdaderas diferencias, en
términos de etiqueta, acerca de que los hombres debían caminar más
cerca de Prabhupada y que las mujeres debían caminar más lejos; ni
de que los hombres debían sentarse más cerca de él y que las
mujeres debían sentarse más lejos. En ése entonces el movimiento
había sido así –como una familia–. Sin embargo, en Allahabad,
uno de los sannyasis le explicó que en la India las mujeres
se sentaban aparte, y que ella también debería hacerlo.
A la
mañana siguiente, alrededor de las 10:30, después de que ella no se
hubo sentado a los pies del vyasasana de Prabhupada como solía
hacer, Srila Prabhupada se dio cuenta de que ella estaba pasando
cerca de su tienda, y la llamó: “Yamuna, ven aquí”. Ella entró
y le ofreció reverencias, y antes de que se levantara le dijo: “¿Así
que ya no quieres escuchar?”. Yamuna rompió en llanto, pues
Prabhupada –escucharle- era su vida. “¿En dónde estabas esta
mañana?”, le preguntó. Yamuna le dijo exactamente lo que había
sucedido; Prabhupada se quedó en silencio.
Tal
como me contó, esto causó un giro en su vida, lo cual cambió toda
su orientación en la conciencia de Krishna. De pronto tuvo la viva
comprensión de que ella no estaría siempre en la compañía de
Prabhupada. Desde 1967, cuando Srila Prabhupada se hubo recuperado de
un infarto, ella jamás había podido concebir el estar separada de
él. Los devotos se sentían muy dependientes de él para cualquier
cosa; les resultaba inconcebible el hecho de que un día dejaría de
estar con ellos. Yamuna-devi me dijo que todo discípulo debe llegar
a tener la comprensión personal de que llegará el momento en el que
el maestro espiritual dejará de estar presente. Y para ella, ese
momento se presentó en Allahabad, después de haber hablado con el
sannyasi y luego con Srila Prabhupada.
Sentada
en la tienda de Prabhupada, Yamuna le preguntó: “¿Cuánto tiempo
pasó usted en realidad con su guru maharaja?”. “Muy pocas
ocasiones”, le contestó; “tal vez cinco o seis; pero fueron muy
íntimas. Solíamos caminar y hablar de muchas cosas”. Entonces le
dijo: “Aquellos que piensan que la asociación con el maestro
espiritual es algo físico, no son mejor que un mosquito sentado en
el regazo de un rey. ¿Cuál es la ocupación de un mosquito?
Simplemente succionar sangre. Tantos hermanos espirituales míos
fueron grandes, grandes sannyasis, eso creían, pero
simplemente succionaban sangre”.
Yamuna
tomó las palabras de Srila Prabhupada como una confirmación. Ahora
podía comprender que necesitaba ir a otro sitio, para poder explorar
su relación con él y el servicio que le ofrecía, en un espíritu
de separación. Ella empezó a considerar el tema de vani
(palabras, instrucciones) y vapuh (cuerpo, forma) y así
obtuvo cada vez más entendimiento acerca del tema. Tal como me dijo,
es algo “ilimitadamente grave y profundo. Puedes escuchar acerca de
estos términos superficialmente, pero vani quiere decir estar
de nuevo en presencia de Prabhupada” –puedes estar en su
presencia en la separación, tanto como lo estabas en su asociación
física–. “Así que fue un momento decisivo para mí el
comprender que Prabhupada iba a tener que dejar este planeta: ‘El
es un anciano, tendrá que partir, y yo me tengo que preparar’”.
Ella entendió que desde ese mismo momento tenía que empezar a
prepararse mentalmente –tenía que encontrar una forma de continuar
en conciencia de Krishna que no estuviera basada en la asociación
personal de Srila Prabhupada–.
“Así
que ésa fue la historia acerca de escuchar”, continuó contándome
Yamuna-devi. “Prabhupada me dijo: ‘Yo estoy hablando, porque tú
tienes muchas ganas de escuchar. Yo estoy hablando tanto, porque tú
tienes tantas ganas de escuchar’. Él conocía ese anhelo. Yo nunca
se lo expresé, pero él lo sabía”. Algo que Yamuna dijo en
repetidas ocasiones es que Srila Prabhupada era completamente
consciente de cada uno de sus discípulos, en todos los sentidos
–tanto en lo referente a su conciencia interna, así como también
en lo relacionado con las manifestaciones externas de su servicio–.
Vani
y vapuh, se convirtieron en un tema vital en la vida de
Yamuna-devi -cómo mantener la conexión con Srila Prabhupada
por medio de vani, al mismo nivel, incluso con la misma
intensidad que en su presencia física, cercana y personal-. Ella
estaba convencida de que era posible, y organizó su vida de manera
tal, que pudiera recibir siempre su guía y misericordia –para
estar siempre en su asociación-.
Luego
vino el pandal de Bombay. Syamasundara Prabhu, que era el
presidente del templo, dividió el trabajo en diferentes
departamentos, con un devoto responsable de cada departamento (a
menudo, ese devoto constituía todo el departamento), y
Yamuna-devi estaba encargada de las Deidades. En aquel entonces
teníamos muy poco dinero, y aunque estábamos recolectando fondos
para el programa del pandal, lo necesitábamos todo para
montar el evento. El tesorero, Rsi Kumar, era muy tacaño con el
dinero, lo cual Srila Prabhupada consideraba que era una buena
cualidad para un tesorero. A veces, Rsi Kumar ponía un letrero en la
puerta de su oficina: “Cerrado por tres días”. Así que a
Yamuna-devi se le dio la responsabilidad de recaudar fondos para las
Deidades. Ese año habíamos recibido las Deidades de mármol
grandes, aunque en el pandal teníamos Deidades pequeñas de
bronce. En el último día del programa íbamos a tener una procesión
desde el pandal, que estaba en Cross Maidan, hasta Chowpatty,
en dónde tendríamos otro programa en la playa, en el cual se iban a
revelar a Sri Sri Radha-Rasabihari por primera vez a la gente de
Bombay, y Yamuna-devi no había podido recaudar el dinero necesario.
Un
día, en que Yamuna había salido y estaba esforzándose por recaudar
fondos para las Deidades, se sintió tan descorazonada y
desconsolada, que simplemente se sentó en la acera y se puso a
llorar. En ese momento, una limosina negra, con un distinguido y
piadoso caballero sentado en el asiento trasero, se detuvo en la
calle, ante ella. El caballero salió del coche y le preguntó qué
sucedía. Ella le explicó: “Vamos a tener un programa de pandal,
y yo estoy encargada de recaudar fondos para la ropa de las Deidades
y las decoraciones, pero nadie me está dando donativos, y se nos
está acabando el tiempo”. Él le contestó: “No te preocupes, yo
soy el presidente de dos de las empresas más grandes patrocinadoras
de templos en Bombay. ¿Cuánto necesitas?”. “Dos mil quinientas
rupias”, contestó ella, lo cual entonces era una gran cantidad de
dinero. “No te preocupes”, le dijo. “Ven conmigo a mi oficina,
y te daré un cheque por la cantidad que me has dicho”. Ése era el
calibre de la sinceridad y dedicación de Yamuna-devi.
Srila
Prabhupada nos envió a Tamal Krishna y a mí de Bombay a Calcuta
para organizar otro programa de pandal similar, y después
también fue Yamuna-devi, que enseguida se dedicó al servicio de las
Deidades allí, Sri Sri Radha-Govinda. Todas las mañanas esperábamos
el momento del darsan (contemplar) de las Deidades; su
adoración era tan hermosa y devocional.
Un
día, en el terreno del pandal me acerqué a Yamuna-devi y le
dije que tenía algunas preguntas acerca de mi futuro y del futuro
del movimiento, que no me las podía contestar yo mismo, pero no
quería acercarme a Srila Prabhupada directamente. La actitud
que teníamos entonces era: “No molestemos a Srila Prabhupada. Él
tiene que traducir; tiene cosas importantes que hacer. No vayamos a
verle”. Sin embargo, cuando le conté cuáles eran mis preguntas,
ella me dijo: “No, debes ir a ver a Srila Prabhupada; a él le
gusta estar con devotos como tú, y éstas son la clase de preguntas
que a él le gustaría contestar”.
Así
que, siguiendo su consejo, me acerqué a Srila Prabhupada, que se
encontraba en su habitación del templo. Mi reunión con él fue muy
significativa. Le dije: “Antes de unirme al movimiento, estaba
interesado en hacer películas, e incluso hice una. Así que estaba
pensando que tal vez debería hacer películas sobre la conciencia de
Krishna”. A lo que Srila Prabhupada contestó: “Eso ya lo están
haciendo otros, nuestro medio principal es los libros”.
Después
de ésto le dije: “Srila Prabhupada, ahora usted está aquí, y por
tanto todo va bien. ¿Pero qué pasaría, si con el transcurso del
tiempo, cuando usted ya no esté aquí, ISKCON cae del estándar que
ha establecido? ¿Qué debería hacer?”. Srila Prabhupada
respondió: “Tú también eres un miembro importante de nuestra
Sociedad” –la verdad es que en ese entonces yo era muy nuevo–,
pero me dijo… “Tú también eres un miembro importante de nuestra
Sociedad, así que esfuérzate para que se corrijan las cosas, pero
no te vayas”.
Después
de Calcuta empezaba el pandal de Delhi. De nuevo Yamuna-devi
hizo unos arreglos bellísimos para la adoración a la Deidad, para
Sri Sri Radha-Gokulananda. Más adelante, estas Deidades fueron a
Bhaktivedanta Manor en Inglaterra. Los darsanas fueron
espectaculares; pero después del programa, Yamuna se puso muy
enferma. Ella estaba alojada en la misma mansión en la que estaba
Srila Prabhupada, y al no verla, Prabhupada preguntó por ella y se
enteró de que estaba enferma. Ella se encontraba descansando en una
pequeña habitación, tan pequeña como un armario. Puesto que había
enfermado, necesitaba tener su propia habitación, y eso fue lo que
los devotos pudieron ofrecerle. Cuando Srila Prabhupada fue a verla,
se dio cuenta de que en realidad nadie la estaba atendiendo; él se
preocupó y asignó a una devota para que la cuidara. Hacía frío, y
creo que Srila Prabhupada le dio a Yamuna su propia estufa –tal vez
la única que había–, y dijo que tenemos que cuidar a nuestros
devotos cuando enferman.
Después
del pandal de Delhi, yo fui a Madrás, mientras que los demás
fueron con Srila Prabhupada a Vrindavan por primera vez. El grupo
tenía un coche, un Ambassador, para Srila Prabhupada y algunos de
los devotos, y para el resto había un autobús. Prabhupada estaba ya
en el coche, cuando se dio cuenta de que Yamuna estaba subiendo al
autobús, y dijo: “¡Esperad! ¡Esperad!”. Él la llamó, porque
sabía que estaba muy enferma, y les dijo a los devotos que salieran
del coche. Entonces hizo que ella se sentara en el asiento trasero
con Gurudas y otro devoto –Prabhupada estaba en el asiento
delantero con el conductor–, y los otros devotos fueron en el
autobús.
Con el
tiempo, Srila Prabhupada obtuvo un terreno en Vrindavan, y puso de
encargados a Gurudas y Yamuna. Ella me relató un par de incidentes,
los cuales considero muy instructivos. En una ocasión, un pequeño
grupo de devotos fue al templo de Radha-Damodara, y el Goswami
encargado los invitó a tomar prasada. Los devotos se sentaron
en el patio, y el Goswami dispuso que les sirvieran maha-prasada
de las Deidades. Mientras que estaban honrando el prasada, él
empezó a blasfemar contra Srila Prabhupada –“¿Por qué lleva un
anillo?”, y una serie de cosas–. Los devotos se sintieron
extremadamente incómodos y se sintieron tentados a simplemente
levantarse y marcharse, pero, por alguna razón, decidieron no
hacerlo. Después del incidente, Gurudas y Yamuna informaron a Srila
Prabhupada sobre lo que había pasado, y Srila Prabhupada les
instruyó relatándoles lo siguiente: “En Vrindavan hay cinco mil
goswamis de casta, cinco mil tenderos y cinco mil viudas, y
nosotros tenemos que mantener buenas relaciones con todos ellos; de
otra manera acabaremos en el juzgado, como les ha sucedido a la
Gaudiya Matha”.
En
otra ocasión, Srila Prabhupada envió a Gurudas y Yamuna a que se
encontraran con su hermano espiritual, el catedrático O.B.L. Kapoor.
En cierto momento después de la partida de Srila Bhaktisiddhanta
Sarasvati Thakura, el profesor Kapoor había tomado como siksa-guru
a un babaji. Srila Bhaktisiddhanta había criticado
vehementemente a esos babajis, quienes se le opusieron
acérrimamente. Así que esa situación era muy peculiar, el hecho de
que el profesor Kapoor hubiera tomado refugio en un babaji,
que era la clase de persona criticada por su maestro espiritual, y
que se había puesto en contra de su maestro espiritual. Pero Srila
Prabhupada simplemente dijo: “Esa es su debilidad”, eso fue todo.
Él no consideró que su actitud descalificara al Dr. Kapoor para
ayudar al movimiento. Srila Prabhupada tenía una visión muy amplia
acerca del movimiento de conciencia de Krishna y de cómo involucrar
a la gente; este aspecto lo demostró muy vívidamente en Vrindavan.
Después,
Srila Prabhupada nos dejó y las cosas cambiaron. Yo no vi a Gurudas
y Yamuna durante muchos años. Pero luego, de alguna manera, mi
relación con Yamuna fue reavivada. La verdad es que ella había sido
como una mentora para mí, y décadas después lo volvió a ser.
Aunque habían pasado muchos años, cuando volvimos a encontrarnos,
fue más o menos lo mismo –la relación no había cambiado–, y
compartimos nuestras reflexiones acerca de Srila Prabhupada, de su
servicio y su misión. Ella siempre estaba muy interesada en la
misión, en que el legado de Srila Prabhupada debe ser preservado tal
como es, sin adulteración y sin hacer concesiones.
También
vi que ella estaba muy absorta en conciencia de Krishna. Cuando
pienso en los cinco procesos principales del servicio devocional
(pancanga-bhakti), veo que ella era muy sólida en todos
ellos.
sadhu-sanga,
nama-kirtan, bhagavata-ravana
mathura-vasa,
sri-murtira sraddhaya sevana
“Uno
debe asociarse con devotos, cantar el santo nombre del Señor,
escuchar el Srimad-Bhagavatam, residir en Mathura y adorar a
la Deidad con fe y veneración”.
Yamuna
era muy perseverante en leer y estudiar. Cada mañana leía el
Bhagavatam y estudiaba las enseñanzas de nuestros acaryas
más recientes –Srila Bhaktisiddhanta Sarasvati Thakura y
Bhaktivinoda Thakura-, tomando especial atención cuando hablaban
sobre el Santo Nombre. Este era un importante foco de atención para
ella, y se deleitaba leyendo, especialmente las instrucciones
relacionadas a nama-bhajana y guru-seva.
Yamuna-devi
hizo otra cosa que me pareció asombrosa. Esto fue durante el primer
pandal de Bombay, cuando nos hospedábamos en Akash Ganga, un
edificio alto de apartamentos, en una zona acomodada de Bombay. Ella
se quedaba en el piso y limpiaba; lo limpiaba todo durante horas.
Mientras que limpiaba, cantaba con una actitud muy extática. Los
demás íbamos de un lado a otro –haciendo servicio, por supuesto,
pero con ello obteníamos beneficios adicionales tales como recorrer
la exótica India, conocer a toda clase de personas cultas e
interesantes, saborear grandes variedades de prasada
delicioso–, pero ella se quedaba y limpiaba. Entregaba su corazón
plenamente en ello y cantaba con un espíritu extático.
Más
adelante, en abril de 2007, en una ocasión en que ella me visitó en
Carpintería, yo le pregunté acerca de este tema y me dijo que Srila
Prabhupada había hecho mucho énfasis en el bhagavad-marga
porque quería que sus libros se publicaran, de manera que existieran
para el futuro, y para que los ingresos de las ventas apoyaran la
expansión de la misión. Así que él no tuvo mucho tiempo para
entrenar personalmente a sus discípulos en pancaratrika-vidhi.
Pero él sí la entrenó a ella, y ella consideró que el
servicio personal que le pudiera ofrecer a Srila Prabhupada, estaba
en la misma categoría que el servicio personal a la Deidad. Y por
supuesto que tiene razón. Una vez, un devoto se ofreció para
abanicar a Srila Prabhupada, y Srila Prabhupada lo detuvo diciéndole
que él no era un brahmana. Así que la limpieza es uno de los
principios básicos para la adoración a la Deidad. Aunque,
Yamuna-devi no hacía distinciones entre limpiar el ashram del
guru y limpiar la habitación de la Deidad. Ella me dijo lo
siguiente: “En Bombay yo aprendí a disfrutar limpiando. Ya sea que
estés sirviendo al maestro espiritual o al arca-vigraha, la
limpieza es tanto externa como interna. Es una actividad muy
espiritual –tan poderosa como distribuir libros–”.
Ella
contó que Srila Prabhupada enseñaba a cada uno de sus sirvientes
acerca de la importancia y estándares de limpieza, según la
capacidad de comprensión del sirviente. También me relató cuán
estrictamente la había entrenado Srila Prabhupada. Él tenía
una olla de cuatro pisos, y si encontraba una pequeña mancha negra
por debajo de las ollas, le daba una buena reprimenda al sirviente.
Ella utilizaba la palabra “sacudida”. Él amonestaba al sirviente
diciéndole: “Esto no es vaisnava, esto es musulmán
[risas]; ningún vaisnava dejaría jamás una mancha negra en
una olla de la cocina”. Las ollas de Prabhupada siempre
brillaban como el oro.
Basándose
en las instrucciones de Srila Prabhupada, Yamuna desarrolló un
sistema completo para limpiar las habitaciones de Srila Prabhupada en
Vrindavan –un elaborado procedimiento de cinco pasos, en el que la
limpieza se dirigía de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo–.
Primero ella recogía todo el polvo del suelo, después de lo cual
seguía limpiando hacia arriba, hasta donde podía alcanzar, quitando
el polvo, y luego volvía al suelo, limpiándolo todo tan
perfectamente como podía. Si algo no lo hacía bien, Prabhupada lo
notaba y se lo decía. Mantener las habitaciones limpias en Vrindavan
era muy difícil: con la arena caliente de Ramana-reti y toda la zona
en construcción, siempre había polvo y corrosión por todas partes.
Las paredes de las habitaciones de Prabhupada eran de color amarillo
pálido, y los suelos era de piedra negra. Los suelos estaban
cubiertos con alfombras, y las alfombras estaban cubiertas con
sábanas blancas.
Una
mañana, cuando Srila Prabhupada regresó de su caminata, después de
que Yamuna había seguido su procedimiento de los “cinco pasos” y
todo estaba lo más limpio posible, Prabhupada se le acercó y le
dijo: “Por favor Yamuna, limpia mi habitación, ¿no te enseñé a
cómo hacerlo?”. “No, Srila Prabhupada. ¿Cómo puedo mejorar mi
limpieza?”, le respondió ella. Prabhupada no dijo nada; en su
escritorio había una foto de Srila Bhaktisiddhanta Sarasvati, la
funda de sus gafas, su tilak, bolígrafos, un florero y una
grapadora. Srila Prabhupada cogió la grapadora de metal, que era de
unos seis centímetros, la sacó de su funda de plástico, levantó
el contenedor de las grapas, y, con su dedo meñique, recorrió el
fino carril metálico entre el muelle y la bisagra de la grapadora…
Polvo, polvo. “¿Cuándo aprenderás a limpiar?”.
Yamuna-devi
me contó que si Srila Prabhupada hubiera tenido suficiente tiempo,
habría entrenado a todos sus discípulos en ambos procedimientos,
pancaratriki-vidhi y bhagavata-vidhi, pero debido a que
estaba más centrado en bhagavad-vidhi, el entrenó en ambos
procedimientos casi exclusivamente a sus discípulos encargados de
dirigir y a sus sirvientes personales, ya fueran hombres o mujeres.
Srila Prabhupada conocía la conciencia de sus discípulos –conocía
sus capacidades individuales–, y les entrenaba según la capacidad
de asimilación que tenía cada uno de ellos.
Tal
como la limpieza, cocinar también es parte de la adoración a la
Deidad, y Yamuna-devi era, por supuesto, de lo más experta. En una
ocasión, cuando Srila Prabhupada estaba llegando a Vrindavan, ella
se aproximó a unos vraja-vasis y les preguntó: “¿Cuál es
la mejor forma de hacer rotis vraja-vasis?”. Los vraja-vasis
le dijeron: “Tienes que conseguir trigo rojo de Punjab; lo tienes
que moler por la mañana y después cocinarlo con leña de nima”.
Cuando
Prabhupada llegó, ella no le dijo nada al respecto, pero había
conseguido ese trigo rojo de Punjab, lo molió por la mañana y
cocinó los chapatis con leña de nima. Luego le llevó
el plato a Prabhupada con un chapati caliente. Él dio un
bocado y dijo: “Éste es trigo rojo de Punjab, lo has molido esta
mañana y lo cocinaste con leña de nima”. Ella no le había
dicho ni una sola palabra –pero él simplemente lo sabía–.
Eso
fue en el templo de Radha-Damodara en 1972. Y esta historia de los
chapatisvraja-vasis continúa con una anécdota, en
Ramana-reti en 1973. Yo no soy cocinero –y los chapatis son
algo demasiado técnico para mí-, así que voy a leer la
transcripción de lo que Yamuna me contó al respecto cuando me
visitó en Carpintería.
“Una
vez, cuando Srila Prabhupada llegó –creo que fue cuando me
encontré con Satsvarupa dasa Goswami por primera vez–; él era el
sirviente de Prabhupada, y yo estaba cocinando de nuevo en esa clase
de fogones hechos con un cubo, en el suelo –no había cocina–. Yo
estaba preparando el prasada de Prabhupada, y como tal vez
sepáis, cuando se cocina en un cubo y tienes un poquito de carbón
duro, un poquito de carbón blando y un poquito de excremento seco de
vaca, resulta un poco difícil regular el fuego. Se necesita una
cierta temperatura, y no tienes una llave para girar y subir o bajar
la temperatura. Entonces, según sea el grosor de la olla, puedes
saber la intensidad que necesitas. Además tienes lo que se llama
thawa, que es una plancha cóncava de hierro, y para hacer
chapatis tienes que mantenerla sobre el fogón, luego la
levantas y depositas el chapati sobre las llamas. Así que yo
hice chapatis para el almuerzo de Prabhupada.
“Satsvarupa
Maharaja quería llevarle el almuerzo personalmente, pensando que
probablemente yo no debería hacerlo. Así que llevó el plato,
volvió a la cocina y dijo: “Prabhupada quiere que te enseñe a
hacer chapatis”. A lo que le contesté: “Oh Maharaja, yo
me sentiría tan agradecida si así lo hiciera; por favor, me
encantaría aprender a hacer chapatis”.
“Entonces
me levanté, él empezó a lavarse las manos y, cuando finalmente se
sentó y se puso a rular un chapati, la thawa ya estaba
muy caliente. Él ruló un chapati que parecía un pulpo.
Cuando rulas un chapati, el lugar donde los rulas está
espolvoreado de harina, y si rulas el chapati en demasiada
harina, lo que estás haciendo es añadirle harina a la superficie de
este pan plano y entonces, aunque intentes quitarla dándole palmadas
para retirarla, queda una costra de harina en el chapati. Por
lo tanto hay que usar la mínima cantidad de harina para rular las
bolas y luego tienes que darles palmadas para quitarles la que
sobra”.
“Su
pulpo estaba cubierto de harina en una plancha caliente. Cuando él
lo puso en la thawa, yo le pregunté: ‘Maharaja, ¿qué se
supone que yo debería ver?’ [risas]. A lo que él me contestó:
‘Tienes que esperar hasta que salgan burbujas en la superficie’.
En cuanto el chapati tocó la plancha, que estaba muy
caliente, las burbujas se formaron enseguida. El giró el chapati,
que quedó con pequeños agujeros quemados [risas]; por lo que de
ninguna manera iba a inflarse”.
“Así
que lo puso en la thawa, aparecieron las pequeñas burbujas
por diferentes lugares, y se lo llevó a Prabhupada. Cuando regresó
me dijo: ‘Prabhupada ha dicho: “Esto es excelente”’ [risas].
Yamuna
concluye diciendo: “Así es cómo Prabhupada me enseñó a mí.
Nunca me enseñó con una vara, aunque, sin embargo, habían tundas;
tundas en mi cabeza”.
En
otra ocasión, en 1974, uno de los devotos que residía en Vrindavan
se acercó a Yamuna y le dijo: “Mi esposa va a venir y es muy buena
cocinera. A ella le gustaría cocinar para Prabhupada”. Yamuna le
contestó: “¡Qué maravilla! Yo estaré encantada de ocuparla en
servicio a Prabhupada”. La nueva cocinera llegó después del gran
festival de Mayapur, cuando casi todos los devotos habían enfermado
con disentería y otros males. Verdaderamente, no había
arreglos adecuados para ellos, pero Gurudas y Yamuna les cuidaban
como si fueran sus padres. Yamuna se encargaba de cocinar para los
devotos que estaban en el Fogel Ashram. Dadas las circunstancias, la
verdad es que Yamuna no tenía tiempo de cocinar para Srila
Prabhupada, así que estaba muy contenta de que hubiera llegado esa
nueva cocinera. Mientras tanto, ella intentaba hacer los arreglos
necesarios para que los devotos tuvieran prasada. No tenía
facilidades, no hablaba hindi y no podía comunicarse con los
lugareños, y los ayudantes de cocina estaban dispuestos a marcharse
en cualquier momento. Yamuna estaba trabajando prácticamente
veinticuatro horas al día; por tanto, durante todo ese tiempo, no
fue a visitar a Srila Prabhupada.
Entonces
empezó a recibir mensajes: “Prabhupada quiere que vayas a verle”,
pero ella no fue. Simplemente decía: “Dile que estoy
verdaderamente muy ocupada”. Más tarde ella me confesó: “Eso
estuvo muy mal –fue síntoma de un nivel de conciencia muy bajo–”.
Cuando
finalmente fue a la habitación de Prabhupada, él ya estaba a punto
de salir. Así que ella volvió a la mañana siguiente.
Yamuna
le había dado instrucciones específicas a la nueva cocinera; pero a
pesar de todo, había puesto el fogón de Srila Prabhupada, junto con
su ropa sucia, dentro de la funda de un almohadón que se utilizaba
para el área de sus asientos, el cual había quedado ahora
totalmente ennegrecido. Yamuna había llegado justo cuando ella
estaba metiendo el fogón junto con las ropas, dentro de la funda.
Srila Prabhupada también estaba ahí de pie, mirando cómo el fogón
estaba siendo introducido dentro de la funda. Él no dijo ni una
palabra –ni a la cocinera, ni a Yamuna–.
“Prabhupada
lo sabe todo”, me dijo Yamuna más tarde, y por ello Prabhupada le
dijo: “¿Estás demasiado ocupada como para venir? Pues entonces
retrasaré mi partida un día”. A lo cual los devotos dijeron:
“Pero los coches ya están preparados. Los estamos cargando”.
Srila Prabhupada respondió rotundamente: “No, me quedaré y mañana
por la mañana ella cocinará para mí, y después nos iremos”.
Limpieza:
Más de treinta años después, Yamuna-devi me dijo: “Honestamente
puedo decir que limpio con júbilo; en nuestro ashram (en
Saranagati, Canadá), nosotras cantamos y limpiamos, algunas veces
limpiamos y cantamos durante horas y horas. Nuestro lugar es muy
primitivo, las paredes y el suelo son de barro y afuera también hay
mucha tierra. Es un sitio muy sencillo, pero limpiar nos gusta mucho.
Disfrutamos de limpiar para Srila Prabhupada y las Deidades”.
Kirtana:
Yamuna-devi tuvo un sueño: No recuerdo los detalles, y es algo
delicado, porque ella era una persona muy reservada. Bien, ese sueño,
visión, o lo que fuera, ella lo tomó como algo muy real: ella era
un sabio en el bosque, y Srila Prabhupada también estaba en el mismo
bosque, y de alguna manera él la ocupó en hacer kirtana. Lo
que ella sintió es que ya tenía entablada una conexión con Srila
Prabhupada, desde su vida pasada, en relación al kirtana.
Acerca
del kirtana de Srila Prabhupada, Yamuna dijo: “Los kirtanas
de Srila Prabhupada no tenían ni el menor vestigio de que fueran un
espectáculo. Eran algo puramente dedicado para el placer de Krishna;
los cuales permitían a los que cantaban tener acceso al hecho de que
el santo nombre del Señor y el Señor son idénticos. Prabhupada
dijo que la clave para llevar a cabo kirtan sin anartha,
radica en escuchar y estudiar nuestra literatura, y que esta actitud
nos elevaría gradualmente al nivel del servicio devocional puro.
En un
e-mail Yamuna le escribió lo siguiente a Bhakta Carl: “Dirigir y
cantar en kirtan, tiene muy poco que ver con la forma en que
nos oímos unos a otros; sino que tiene mucho más que ver con la
forma en que llamamos a Krishna, y con la actitud que tenemos al
sumergirnos escuchando las vibraciones de los Santos Nombres. El
kirtan es un vehículo excepcional para experimentar amor por
Dios”.
Cuando
ella y el resto de devotos estaban grabando con los Beatles, George
Harrison estaba tan impresionado con su canto, que le dijo que él
podía hacer que ella se volviera una de las vocalistas más famosas
y célebres del mundo. Pero ella no estuvo interesada; su canto
estaba destinado a otro propósito –estaba destinado para el
servicio devocional puro y para complacer a Srila Prabhupada y a Sri
Sri Radha-Govinda–.
Yamuna-devi
dijo que en la medida en que seguimos a Srila Prabhupada, de esa
misma medida serán las revelaciones que nos serán otorgadas. Ella
dio el ejemplo de Bhakti Tirtha Swami. Ella sentía que debido a su
profunda conexión con el Santo Nombre –su dedicación al japa,
el tiempo privado que le dedicaba a su japa- él fue capaz de
percibir la presencia de Srila Prabhupada en separación. Yamuna
dijo: “Prabhupada lo dio todo sin reservas para todos nosotros;
pero es el anhelo de cada individuo, lo que le dirige a tomar ciertas
decisiones en su vida para poder alcanzar la misericordia; eso es lo
que le facilitará su percepción de Srila Prabhupada, especialmente
en separación”.
Yamuna
recordó un incidente que le demostró, sin lugar a dudas, cómo
Prabhupada conocía a sus discípulos. Una mañana, Yamuna llegó muy
de madrugada al patio del templo de Radha-Damodar, y para no
disturbar a Srila Prabhupada, permaneció tan en silencio como es
humanamente posible. Prabhupada salió de su habitación y la llamó
por su nombre. Ella me dijo: “No era posible que Prabhupada hubiera
podido saber que yo estaba ahí, a la una y media de la madrugada. Yo
no había hecho ningún ruido”.
Después
de lo cual equilibró su afirmación diciendo: “Por otra parte,
hubieron muchas ocasiones en las que me dijo: ‘Quiero que me
informes, de otro modo, ¿cómo puedo saber?’”. Yamuna añadió:
“Hubieron ocasiones en las que yo le informaba, pero otras veces,
debido a una falta de conciencia de Krishna dejé de informarle de
manera honesta, lo cual contribuyó a mi caída, a mi debilidad en
conciencia de Krishna. Cuando era abierta y honestamente le revelaba
todo en mis informes a Prabhupada, tal como se supone que tenemos que
informárselo todo a Krishna, entonces mi conciencia de Krishna se
mantenía más fuerte, mientras que cuando cerraba esa vía, mi
conciencia sufría”.
Con su
característica profunda humildad, explicó: “La presencia de Srila
Prabhupada, ya sea a través de vani o vapuh, y nuestra
habilidad de percibir su presencia, por medio de vani o vapuh,
depende de nuestra conciencia –si somos capaces de percibir, una
gota, de quién era Prabhupada–. Algunos devotos que nunca tuvieron
la compañía de Srila Prabhupada, debido al laulyam que
tenían y debido a su codicia por tener su compañía, en ocasiones
la experimentaron más de lo que a veces yo la tuve encontrándome en
su compañía, dependiendo de mi conciencia…
“En
aquél entonces y todavía ahora, continúo sin tener ni idea acerca
de la grandeza de la presencia de Prabhupada, a pesar de que medito
mucho en ello. Lo comentamos casi todos los días; surge de una
manera u otra en nuestra clase matutina del Bhagavatam…
temas acerca de la presencia de Prabhupada, vani y vapuh
en ese entonces y ahora. Es muy importante aferrarse a su presencia
como nuestro foco primordial para madurar en nuestra vida espiritual,
porque él es el centro de nuestra vida espiritual. Nada puede
manifestarse sin su presencia. Incluso aunque la misericordia nos
llegue a través de otras formas, desde un sinfín de lugares
diferentes –aún así, él es la fuente–… Si yo tengo alguna
cualificación, entonces me llegará alguna clase de misericordia. La
misericordia no es algo por lo que puedes regatear, ni de la que
puedes disponer, ni siquiera aunque la desees profundamente. Puedes
tener un intenso anhelo y entonces, lo que llegue –cualquier forma
en la que se presente la misericordia–, surge de una forma muy
consciente de Krishna”.
Inevitablemente,
ya llegamos al final del tiempo que Yamuna-devi pasó con nosotros.
Ahora voy a leer algo.
Después
del día de la desaparición de Srila Prabhupada en 2009, Yamuna-devi
me escribió una carta que muestra su profunda absorción en Srila
Prabhupada, en los Santos Nombres y en su íntima relación con Srila
Prabhupada. Creo que ella comprendió verdaderamente a Srila
Prabhupada y su misión. Él le dio muchas instrucciones.
“Querido
Giriraj Swami: Pranama dandavats. ¡Jaya Srila
Prabhupada!
Deseo
compartir algunos pensamientos y reflexiones que tuve ayer, durante
el trigésimo segundo aniversario de la desaparición de Srila
Prabhupada. Nosotros conmemoramos el día, primero con nuestro
programa de la mañana en el Radha-Banabehari Mandira, y luego, al
mediodía, con un programa en la Escuela de Govardhana (la escuela de
Saranagati), en el que introdujimos a los estudiantes a celebrar este
día según el estilo tradicional, tal como nos enseñó Srila
Prabhupada. Luego, por la tarde, lo celebramos con un programa con
los adultos de la comunidad, quienes, por ser más conveniente, se
reúnen regularmente por las tardes para celebrar cualquier
festividad vaisnava.
“Anoche
Yadubara nos mostró las secuencias de la edición preliminar de su
DVD número once: ‘Los pasatiempos finales de Srila Prabhupada’.
Aunque yo ya había visto una buena parte, la había visto sin
comentarios, y tampoco la había visto ordenada por secuencias, las
cuales muestran una historia visual de los días y horas finales de
Srila Prabhupada, el momento de su partida, el consecuente parikrama
de Vrindavan y también el entierro en samadhi.
“Una
tarde, viajando de Tittenhurst (la finca de John Lennon) hacia el
Auditorio Conway de Londres, iba sentada en el asiento trasero de la
furgoneta, de espaldas al asiento delantero en el que viajaba Srila
Prabhupada, cuando de pronto Srila Prabhupada dijo lo siguiente,
suficientemente alto como para que yo pudiera escucharlo: ‘Cuando
yo muera, asegúrate de que mi cuerpo sea llevado en un palanquín
alrededor de Vrindavan haciendo parikrama’. Estupefacta,
aunque prestándole inmediata atención a sus palabras, me giré y
poniéndome de rodillas me incliné hacia delante doblando la cintura
para que mi cabeza estuviera a la altura de sus hombros, y le
pregunté: ‘¿Por qué me ha pedido que haga esto, Srila
Prabhupada? Sería mejor que se lo dijera a Tamal Krishna. Él tiene
más facilidades que yo, para asegurarse de que esto se lleve a
cabo’. A lo que él me contestó: ‘No, tú se lo puedes decir’.
Él se quedó callado y ya no dijo nada más. Yo también me quedé
callada y tampoco dije nada más.
“Las
secuencias del rodaje que nos mostró anoche Yadubara, acerca del
pasatiempo más denso de Srila Prabhupada –su partida- fue emotivo
y conmovedor. Aunque yo no estuve físicamente presente en el momento
de la partida de Srila Prabhupada, no habría podido sentirme más
cercana, ni habría podido sentir más su presencia que si lo
hubiera estado. Cada momento de cada día, ha sido una meditación en
Srila Prabhupada, y hemos estado constantemente ocupadas en kirtana.
Tal vez habría sido difícil para mí haber estado ahí en ese
momento, puesto que exceptuando a Pisima, está claro que a las
mujeres no se les permitió estar cerca de Srila Prabhupada, y eso
podría haber sido intolerable para mí, después de la proximidad
que yo había tenido con él en años anteriores”.
Ella
contaba más cosas en la carta, mostrando aprecio por la actitud
devocional y el servicio de algunos discípulos de Prabhupada que
estuvieron allí, y lo expresó diciendo que: “ellos compartían la
intención de seguir las instrucciones de Srila Prabhupada,
glorificaban su carácter, honraban su ejemplo y compartían esas
experiencias con los demás”. Aunque en su carta también expresaba
preocupación acerca de que, a partir de cierto momento, cambió el
papel de las mujeres en el movimiento. Por supuesto que en los
primeros tiempos del movimiento ella fue excepcional –pues dirigía
kirtana ante miles de personas, hablaba a audiencias de miles
de personas y le ofrecía servicio personal a Srila Prabhupada–.
Tal como ella me contó, en Tittenhurst, básicamente fue ella la
sirvienta personal de Srila Prabhupada -ella, Malati y Janaki-.
Purusottama se encargaba de parte de la correspondencia, y algunos de
los devotos le daban masaje; pero básicamente, eran estas devotas
las que se encargaban del servicio personal.
Contó
que un día Prabhupada llegó a su habitación –ellas acababan de
hacer su cama y de arreglar todo lo demás que tenían que hacer en
la habitación-, y el entró diciendo: “Esto es inusual”,
queriendo expresar que no era común que un sannyasi tuviera
mujeres haciendo ese servicio. Dijo: “Esto es bastante inusual,
pero es apropiado”. Y continuó diciendo: “A veces yo soy como
vuestro padre y vosotras sois como mis hijas, y otras veces vosotras
sois como mis madres y yo soy como vuestro hijo”.
Durante
el año pasado hubo una tremenda preocupación por la salud de madre
Yamuna. En diferentes momentos ella me contó cuál era la condición
en la que se encontraba y las diferentes opciones que tenía. Hacia
finales de año, quizás en septiembre, ella llegó a un punto muy
crítico con respecto a su corazón. Debido a su tamaño y a su edad,
los doctores tenían miedo de llevar a cabo un procedimiento
agresivo, aunque si no lo hacían, había grandes posibilidades de
que, en cualquier momento, le fallara el corazón. Durante cierto
tiempo ella no estaba segura de qué hacer, pero finalmente decidió
regresar a su casa y depender de Krishna.
Yamuna-devi
ya había mencionado varias veces que estaba preparada para partir,
que sentía que ya había hecho lo que estaba destinada a hacer en
esta vida, o lo que podía hacer, y que estaba preparada para partir.
Ella no sentía temor ni remordimientos. Personalmente, yo le
cuestioné la conclusión a la que había llegado respecto a su
servicio, sugiriéndole: “Bueno, tal vez puede que todavía te
quede algo por hacer en relación al servicio a Srila Prabhupada”.
Yo pensaba en que ella debería escribir acerca de las experiencias y
realizaciones que tuvo con Srila Prabhupada; pero lo que me contestó
fue: “No, ya he pensado en esto, y en realidad no hay nada que
tenga que hacer por lo que me tenga que quedar más tiempo. Si
hubiera algo –si se me diera más tiempo- sería para ayudar a las
mujeres de este movimiento”. A continuación añadió: “Yo no
creo que tú, como sannyasi, puedas comprender lo que
experimentan las mujeres en el movimiento; pero si Krishna me diera
más tiempo, me gustaría hacer algo por las mujeres, algo para
apoyar a las mujeres de modo que tengan una fuerte voz propia”.
Sin
importar cuán seria fuera su condición física, ella permanecía
estando muy consciente de Krishna. Mis conversaciones con ella fueron
bastante frecuentes después de que estuvo en el Hospital
Bhaktivedanta. Naturalmente, yo me sentía preocupado por su estado
de salud y hablábamos de ello, y, de una manera u otra, sin siquiera
saber cómo ella llegaba a enlazar el tema, acababa hablando de
Krishna, de Srila Prabhupada, del Santo Nombre y de cuán
maravillosos son los devotos, de cuán misericordiosos son Prabhupada
y Krishna, y de lo muy agradecida que ella se sentía. Lo cual es
bastante opuesto a lo que yo experimento a menudo: empiezo hablando
acerca de Krishna y luego –no sé qué sucede- pero de un modo u
otro me encuentro hablando de mi cuerpo. Con ella, yo sacaba a
colación el tema de su cuerpo –cómo se encontraba y si yo podría
ayudar de alguna forma- y sin darme cuenta, de pronto nos
encontrábamos hablando de Krishna y de Prabhupada, del Santo Nombre,
de las oraciones de los acaryas, del maravilloso servicio que
hacen otros devotos y de lo muy agradecida que ella se sentía por la
oportunidad que se le había dado.
Alrededor
de las 6:30 de la mañana del 20 de Diciembre, la constante compañera
y confidente espiritual de Yamuna, Dinatarini dasi, encontró que
Yamuna había partido. Su mano estaba dentro de su bolsa de cuentas,
y una ligera sonrisa decoraba su rostro. Se le veía completamente en
paz –incluso gozosa–. Ella no le había tenido miedo a la muerte.
Estaba convencida de que nuevamente estaría con Prabhupada, u
ocupada de una forma u otra en servir a su misión. Ése es el
destino que le espera a todo aquel que entrega su vida por completo
al servicio de Srila Prabhupada, su vani, su vapuh.
Yamuna-devi
era un alma hermosa, una divina sirvienta de Srila Prabhupada, de su
misión y de sus Señorías. Ella ejemplificó nama-ruci
(saborear un gusto por el Santo Nombre), jiva-daya
(misericordia hacia las entidades vivientes) y vaisnava-seva
(servicio a los devotos). Ella fue consejera, guía y amiga de
muchos, entre los que me incluyo. Echaremos de menos su presencia
personal; no obstante, intentaremos servirla en separación, apoyando
los ideales que ella misma tanto apreciaba.
Para
concluir, voy a citar unas frases de una carta que me escribió hace
unos años, la cual me ha proporcionado consuelo y guía en estos
momentos.
“Recuerdo
cuando Dina y yo te visitamos en tu casa de Vrindavan. Te hicimos una
pregunta, y te llevó tres horas contestarla: ‘¿De qué manera ha
cambiado tu relación con Srila Prabhupada desde su partida?’; de
nuevo vani y vapuh. Ella continúa escribiendo: “La
partida de nuestros seres queridos nos ayudan a cambiar, a
profundizar, y sin duda esto es algo que sucederá”.
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His Holiness Giriraj Swami
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Giriraj Swami was born Glenn Phillip Teton in the home of a respected Chicago lawyer. He met His Divine Grace A. C. Bhaktivedanta Swami Prabhupada, founder-acarya of the International Society for Krishna Consciousness, in March of 1969, while studying at Brandeis University in Boston, and considered that he learned more from Srila Prabhupada in five minutes than he had learned in his twenty years of academic education. After graduating from Brandeis cum laude, Glenn took formal initiation from Srila Prabhupada and was given the spiritual name “Giriraj Das.” In 1972, after Giriraj had toured India with Srila Prabhupada, Prabhupada appointed him President of ISKCON Bombay as well as a trustee of the Bhaktivedanta Book Trust. After Srila Prabhupada’s departure in 1977, Giriraj was awarded the renounced order of life and appointed president of ISKCON’s board of trustees in India. In 1982 he was made a member of the ISKCON’s Governing Body Commission, the ultimate managing authority for the movement, and went on to oversee the Society’s activities in Bombay, Mauritius, South Africa, Spain, Portugal, Sri Lanka, and Pakistan.
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