sábado, 25 de julio de 2015

LA INJUSTICIA NO EXISTE de Swami Padmanabha

LA INJUSTICIA NO EXISTE
A diario resuena esta palabra en cada rincón de este planeta. Miles de causas nobles alzan su voz para combatir lo que usualmente es entendido como una injusticia tras otra, e incontables almas consagran toda su existencia para luchar a favor de la justicia y en contra de lo que se opone a ella. Así, la pregunta que en este artículo intento hacer/me es: ¿Existe realmente la así llamada injusticia? ¿O solamente estamos hablando de una muestra de justicia mal percibida por nuestra persona? A continuación intentaremos descifrar algunos de estos interrogantes, los cuales hasta el día de hoy afectan y dirigen el día a día de millones de seres, y por lo tanto se vuelve una temática digna de ser encarada con el mejor de nuestros entendimientos...
Por un lado, entendamos qué es lo que generalmente se entiende por el término “injusticia”: A la hora de invocar esta palabra, solemos tener la sensación de que algo “no debería estar pasando”, que “no es justo” y por ende, que otra cosa debería estar ocurriendo en lugar de eso (todo esto desde ya aplicado a nuestro propio caso y al entorno que nos rodea). Así, el aceptar esto implicaría entonces que no existe en absoluto una agencia universal que se mantenga administrando equitativamente aquello que a cada uno de nosotros nos corresponde recibir de acuerdo a nuestros actos previos. En otras palabras, aceptar la idea de injusticia automáticamente nos lleva a aceptar la idea de que no existe la justicia perfecta, y que por ende no hay alguien por encima de nosotros que esté concediendo apropiadamente a cada cual el fruto de sus respectivas acciones.
De más está decir que si pienso así y al mismo tiempo elijo creer en Dios, a su debido tiempo estas dos ideas chocarán inevitablemente una con la otra, pues terminaré considerando que si Dios existe entonces él no es lo suficientemente justo ante las supuestas injusticias del mundo, y por ende hay algo que escapa a su control y así sucesivamente podemos terminar concluyendo (peligrosamente para nuestra fe) que Dios no es tan poderoso como se suponía, y en última instancia perder hasta tal punto la fe en alguien así, que directamente concluiremos que no existe. De hecho, la base de gran parte de los casos de ateísmo que en la actualidad podemos ver, se ven mayoritariamente impulsados por este conflicto para la mayoría indescifrable, en donde al ver cosas como violencia, robos, violaciones y guerras, naturalmente terminamos pensando en términos de injusticia, todo ello afectando el crecimiento de nuestra fe y natural confianza en un ser supremo que se encuentre lidiando apropiadamente con cada plano de la existencia.
A este respecto vale destacar un no tan pequeño detalle, el cual está ligado al concepto de reencarnación y más de una vida: Generalmente solemos considerar algo como injusto, pues ponemos sobre la balanza la situación en sí que pueda estar aconteciendo, y solemos luego comparar ello con lo que esa persona hizo, fue o vivió en estos últimos tiempos, o como mucho en esta vida. Así, muchas veces los cálculos no nos terminan cerrando, y consideramos que “tal persona no merecía eso” pero para esto basándonos en una relativa y limitada mirada a su presente encarnación, la cual sólo representa un pestaneo en la eternidad que no necesariamente nos termina iluminando respecto a este tema.
Por ello, para intentar resolver este enigma debemos ante todo comprender que no sólo tenemos una vida, sino infinitos pasajes por las más variadas experiencias pasadas así como futuras, y que en el momento presente simplemente nos encontramos cosechando el fruto de aquello que hemos sembrado, ya sea en esta como en otras vidas previas. De esa forma podremos explicarnos con mayor coherencia toda una serie de múltiples situaciones que de otra forma permanecerían desconocidas para nosotros, entendiendo que existe un trasfondo de vidas pasadas que justifica la situación presente, así como también existe una proyección a vidas futuras en donde continuaré recibiendo constantes oportunidades para cambiar aquello que en el presente aún no he logrado hacer.
Como un caso práctico a este punto, podemos por ejemplo pensar que alguien que en esta vida sufrió una violación muy probablemente hizo esto mismo a alguien más en su vida pasada. Desde ya que no necesariamente esto tuvo que haber sido sido así, pero sí muy probablemente esto haya ocurrido. Y no debemos ver tal situación como un castigo, sino simplemente como la reacción kármica inevitable que genera cada acto, y que en su trasfondo siempre intenta educarnos, ayudarnos a liberarnos de diversas deudas adquiridas, y así en última instancia aprender, crecer y evolucionar.
Al decir esto no propongo desde ya que uno se cruze de brazos si se puede impedir que algo de todo esto ocurra (todo lo cual estaría ligado al último punto que mencionaremos en este artículo), y a su vez lograr que los implicados en la situación puedan cada uno aprender sus respectivas lecciones. No. Desde ya que si podemos generar alivio en tales momentos eso no es algo indeseable, pero a su vez debemos asimilar lo inevitable de la así llamada injusticia con una comprensión superior que nos permita ver cómo lo que quizás hasta hoy consideramos injusto, sólo es visto así debido a nuestra falta de perspectiva del panorama completo de la situación: ¿Cuántas veces no hemos sentido en carne propia que algo era injusto en nuestras vidas, para luego realizar que esa supuesta injusticia cumplió un propósito totalmente instructivo, justo y más aún incluso, pero que sólo luego de un tiempo pudimos darnos cuenta de ello?. De igual forma, intentemos aplicar entonces este mismo criterio a cada caso que se cruza en nuestro propio camino.
Es por ello entre otras cosas, que me atrevo a decir que la injusticia no existe. No existe, pues en verdad si nos detenemos a analizar exhaustivamente, lo que sí existe en verdad es aquello que generalmente solemos conocer como karma, el cual también es llamado “justicia infalible”: Si la justicia podría llegar a ser infalible, entonces no habría lugar para injusticia alguna. Pero debemos aprender a comprender esta ley para realmente aceptar dentro nuestro este principio y de esta manera dejar de luchar contra algo creado en nuestras mentes, pues comprender el karma implica aceptar la existencia de un supremo controlador quien todo lo rige a través del amor y el afecto principalmente, pero para aquellos que no desean voluntariamente aceptar esto, existe entonces otra forma en la que se nos invita a crecer, y así esta ley incorruptible concede exactamente aquello que nosotros mismos generamos dentro de nuestra vida separada del designio y la dulce voluntad divina, como el famoso ejemplo del boomerang, el cual regresará en base a cómo nosotros mismos lo habíamos arrojado.
Muchas voces protestarán e incluso se indignarán ante esta idea, porque desde ya la misma nos invita a hacernos plenamente cargo de cada uno de nuestros actos, pensamientos y deseos, y así algunos preferirán entonces la opción sentimental de criticar, quejarse, hablar de injusticias y culpar a alguien más de lo que le ocurre en el mundo, a los demás y a nosotros mismos. Pues cuando pataleamos ante la supuesta injusticia, lo único que hacemos es mostrar qué tan negados estamos a reconocer nuestros errores y el cómo eso que ha llegado es el justo y exacto resultado de mis actos previos.
De esta forma podemos anotarnos en infinitas causas para combatir los diversos factores de injusticia que cada cual percibe de acuerdo a su posición, pero al hacer esto nunca estaremos tampoco solucionando la raíz de todo problema. Pues problema sólo hay uno, y es el egoísmo o la falta de amor. Y todo lo demás (violencia, abusos, explotación, etc.) son sólo síntomas de esta raíz. Por lo tanto, uno puede elegir intentar aliviar el impacto de los síntomas o desenraizar por siempre el problema en cuestión: Si sólo tratamos de resolver los sub-productos del problema y no la raíz (para lo cual existen incontables causas las cuales no podríamos abrazar en su totalidad nunca), naturalmente el problema de raíz continuará generando una y otra vez los mismos síntomas, y así nos mantendremos ocupados ad infinitum en una labor ilusoria e impermanente. Por otro lado, si logramos acabar con el egoísmo (comenzando desde ya por casa), naturalmente todos sus síntomas desaparecerán por añadidura. Así, las grandes personalidades siempre nos recomiendan invertir nuestro valioso tiempo y energía en esta extraordinaria posibilidad llamada vida humana e intentar resolver así el problema de raíz, y no pasar nuestra vida en vanos intentos superficiales por atender la cubierta externa de las cosas. Por ende, la mayor labor caritativa y benéfica que podemos realizar para otros y nosotros mismos, es entregar aquel conocimiento vinculado al alma, que nos enseña cómo abandonar una vida de egoísmo y sumerjirnos profundamente en el espíritu de dedicación que tanto caracteriza a nuestro ser y su potencial respectivo.
De esta manera y retomando nuestra temática inicial, el ver injusticia sólo nos mantiene entonces en un panorama parcial que no nos permite aceptar la realidad en su totalidad y es así como quedamos impedidos de una profunda aceptación del control superior que todo lo rige, y todo ello en conjunto es justamente lo que no nos permitirá ser verdaderamete compasivos, pues esto último implica solucionar de la más profunda manera posible aquello que obstaculiza nuestro progreso hacia la meta última de la vida, la cual es el amor puro, desvinculado de toda motivación egoísta.
Como cierre a este artículo existe un último punto que quisiera compartir, especialmente para aquellos que aún deseen insistir con el concepto de injusticia. En caso de querer continuar empleando este término, podemos entonces hacerlo en relación a algo llamado “misericordia sin causa”: Este concepto nos habla de algo que se encuentra incluso por encima de la justicia infalible (con la cual la mayoría de nosotros saldríamos perdiendo a cada paso de todas formas) y en donde se aplica el sagrado principio de “ayúdame cuando menos lo merezca, porque allí será cuando más lo necesite”. En este caso sí podríamos llegar a decir que la misericordia es “injusta” (en el buen sentido de la palabra) pues no hay justicia alguna allí, ya que lo que uno merece recibir es dejado atrás y trascendido por completo, para uno terminar recibiendo aquello que tal vez no merece, pero sí necesita. Desde ya que para entrar bajo el refugio de semejante departamento debe haber en nosotros profundas experiencias de humildad, arrepentimiento y sinceridad, todo lo cual nos llevará naturalmente a sentir la necesidad de ir más allá de la justicia y poder encontrar descanso en el amparo de la gracia inmaculada. Llamemos a esto entonces, “sagrada injusticia”.
De esta forma, es nuestro deber y necesidad unánime el lograr ir más allá de la limitante idea de injusticia y poder apreciar la posición irrefutable de la justicia infalible, para luego de esto trascender incluso esto último y poder en última instancia encontrar nuestro eterno hogar bajo la guía de la divina e injusta misericordia sin causa.

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